Miguel Carbonell.
IIJ-UNAM.
Una de las primeras cuestiones que surgen al pensar sobre la izquierda necesaria tiene que ver con la pertinencia o la necesidad de la distinción entre izquierda y derecha. ¿Tiene sentido seguir utilizando esa forma de identificación de proyectos e ideologías políticas o es algo que se debe superar?
Como toda distinción, el valor que pueda tener la dicotomía izquierda/derecha es, en primer lugar, pedagógico. La pregunta, entonces, sería: ¿sirve para comprender mejor la forma de hacer política la dicotomía? La respuesta es sí. La distinción izquierda/derecha nos permite diferenciar entre proyectos políticos que son en realidad diferentes y evitar caer en el magma ideológico a partir del cual “todos los gatos son pardos”. No lo son y es bueno contar con herramientas analíticas que nos permitan ir diferenciando entre las posturas, posiciones y propuestas que nutren el debate público.
Por otro lado, al pensar sobre la izquierda necesaria, considero que se pueden tomar en cuenta las siguientes cuestiones, como puntos de partida para un debate:
1) La izquierda debe reconciliarse con la legalidad, que no ha sido ni es su “primer amor”. La convivencia democrática hoy en día no tiene alternativa por fuera de la ley. Desde luego, si la ley no es adecuada hay que cambiarla, pero el discurso reivindicativo de la legalidad es una pieza fundamental de cualquier proyecto de izquierda.
Un programa sustantivo y robusto de construcción de una nueva legalidad es necesario para la izquierda. En el caso de México es probable que ese programa deba comenzar con la propuesta de ir pensando en una nueva Constitución, o al menos en una reforma en profundidad de que actualmente nos rige.
2) La izquierda debe hacer de la no discriminación su bandera. La inclusión social, en países como México, es indispensable como factor que permite el ejercicio de una ciudadanía efectivamente vivida.
No discriminación significa, antes que nada, derechos para todos. Significa remover las distinciones que todavía están presentes en muchas de nuestras leyes y trabajar en y desde la sociedad civil para modificar pautas de comportamiento irracionales y denigratorias.
No discriminación significa arropar, con derechos, a las mujeres, los migrantes, las personas con discapacidad, los adultos mayores, los homosexuales, los grupos étnicos, etcétera.
Una política de izquierda debe construir su discurso sobre la universalidad de los derechos: universalidad por lo que hace a sus titulares y universalidad por lo que hace a su ejercicio cotidiano.
3) La izquierda debe apropiarse del discurso medioambiental, secuestrado en México por un partido-negocio que ha hecho de la causa ecologista un motivo de sonrojo y vergüenza.
El medio ambiente adecuado es un pre-requisito para que los derechos fundamentales puedan ser correctamente ejercidos. Su vulneración afecta sobre todo a las personas más desprotegidas, las que no pueden pagar agua embotellada, las que trabajan en el tráfico, las que viven cerca de fábricas o basureros.
4) La izquierda debe construir un discurso que le permita convivir, pacíficamente, con la economía de mercado. De hecho, la izquierda debe convertirse en el guardián más exigente de la ética del mercado, haciendo propuestas para construir mercados más competitivos y abiertos. Eso supone, antes que nada, lucha frontal contra los monopolios y las prácticas comerciales ilegales o que adulteran mercados. Mercados abiertos y competidos que permitan atraer inversión, generar empleo y crecimiento económico, y de esa forma, combatir la pobreza y la exclusión social.
Quizá un concepto que pudiera resumir algo de lo anterior es el de “garantismo constitucional”, entendiendo por tal una filosofía política y una forma de ordenación de los poderes públicos y privados puesta al servicio de los individuos. El garantismo no se hace falsas ilusiones acerca de la existencia de “poderes buenos”, que den cumplimiento espontáneo a los derechos y prefiere verlos limitados siempre, sujetos a vínculos jurídicos que los acoten y que preserven los derechos subjetivos, sobre todo si tienen carácter de derechos fundamentales. Esa puede ser una base mínima para comenzar a discutir, en serio, sobre la izquierda necesaria.
La izquierda debe ser, hoy en día, la voz de quienes no tienen poder. Debe ser la bandera que defienda la inclusión, que asuma la ética de la tolerancia, que reivindique la legalidad, que se sume a la causa medioambiental. La izquierda es hoy más necesaria que nunca. ¿Será también posible?
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