CINTHYA SÁNCHEZ
EL UNIVERSAL
VIERNES 25 DE DICIEMBRE DE 2009
SHOWBIS@ELUNIVERSAL.COM.MX
Nadie es inocente aquí, en la Alameda Central. Ni los más chicos creen que el moreno de lentes que se esconde en un traje de peluche rojo sea Santaclós. Aún así, llevan la ilusión de que la Navidad llegue con los regalos que no llegaron durante el año.
Los papás ya no hacen fila para la foto, como antes. Los trineos viajan semivacíos. Los santas apenas si tocan la campana y ninguno de los 24 en la Alameda sonríe con ganas. Sólo confían en que una familia cualquiera decida pagar los 50 o 70 pesos por la foto del recuerdo.
Para mañana, los santas serán Reyes Magos. Y después regresarán a su realidad: a sus empleos, o a seguir buscando uno.
Gustavo tiene 15 años. Cuando se quita el traje, es albañil y trabaja de lunes a sábado por 900 pesos. Le pagan más cargando tabiques que sonriendo arriba de un trineo. Aquí recibe 130 pesos al día.
—¿Cuántas veces has sido Santa?
—Es mi primera vez. La dueña del trineo es mi vecina y me invitó a trabajar. Como ahorita no estoy en ninguna construcción, acepté.
—¿Qué te gusta de ser Santa?
—Es muy diferente a ser albañil. Aquí me pagan menos, pero me gusta más. Me recuerda mi niñez, aunque Santa nunca me trajo nada.
—¿Sientes el espíritu navideño?
—No se siente. La gente viene poco y se ven como tristes.
—¿Por qué decidiste ser Santa?
—Por necesidad. Porque me pareció divertido, algo diferente a lo que hago en todo el año.
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