Por Diego Enrique Osorno
Revista Proceso
Cuando está por cumplirse un año del incendio en la guardería ABC de Hermosillo, Sonora, el periodista Diego Enrique Osorno publica un libro en el que confluyen, a manera de un coro, las voces de algunos protagonistas. Esta tragedia, que no se originó por oscuros designios del destino sino por la irresponsabilidad y apatía de los dueños del establecimiento, aún no concluye y no terminará –aseguran los padres indignados– hasta que los responsables sean enjuiciados. Con la autorización del autor y de la editorial Grijalbo, ofrecemos a nuestros lectores fragmentos del libro, que comenzará a circular esta semana.
Una vez le pregunté al guardia de seguridad de la bodega estatal:“¿Qué pasaría si todo esto explota?”, pero no respondió; tampoco lo hizo el personal de Protección Civil, a quienes les hicimos ver esa anomalía, así como la de la lona, que a nuestra consideración, si se caía, iba a llover lumbre, porque sabía que es de plástico.
Esto nos daba miedo; los de Protección Civil nos dijeron que tomarían nota de ello. Todas las irregularidades que en cada grupo recabaron fueron expuestas a los demás grupos y esas anotaciones se las llevó un sujeto de Protección Civil. Posteriormente se nos dijo que estuviéramos listos para el simulacro de incendio, así que estas dos cosas: el almacén y la lona eran los peligros potenciales que había en la guardería.
Alma Dinorah Lucero, asistente educativa de la Guardería ABC.
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Antes el almacén y la guardería eran una misma bodega donde había una maquiladora. Me di cuenta de eso porque en la pared poniente había unos hoyos grandes. Como que por ahí pasaban montacargas. Los hoyos que dividían al almacén y la guardería fueron rellenados con bloques. Esto se veía perfectamente porque las paredes estaban sin enjarrar.
Ignacio Alduenda Salazar, empleado de la Agencia Fiscal del estado.
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El almacén que estaba enseguida de la guardería era del gobierno, pero estaba muy descuidado, con maleza y grafitis, y jamás vi a algún guardia de seguridad cuidándolo. Inclusive el año pasado robaron en la guardería e ingresaron por el lado de dicho almacén, tumbando parte de la pared, a la altura de maternal B-1; robaron comida, lo cual debió de ser escuchado o visto por el supuesto guardia.
Perla Alejandro Moreno Olguín, educadora de la Guardería ABC.
Ese viernes los estaba apurando para llegar temprano. Mi hija está en una escuela a una cuadra de la Guardería ABC. La costumbre era que mi esposa llevaba a la niña y yo llevaba al niño. Ese día, cuando íbamos de camino a la guardería los cuatro, primero dejamos a Nicole, y recuerdo que el niño, mi bebé, se paró y dijo: “Adiós mamá, adiós Nicole”, pero nunca pensamos que sería el último adiós. Quedamos de vernos en la tarde para recogerlos. Caminamos más y llegamos a la guardería. Chequé tarjeta, como era la costumbre, y el niño pasó al interior de la guardería, se paró, volteó, y me dijo: “Adiós apá”. Nunca pensé que era la última vez que lo iba a ver en mi vida. Y esa imagen se me quedó grabada. Será para siempre.
José Cruz Álvarez, padre de Bryan.
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En una ocasión nos visitó un instructor de primeros auxilios que sólo recuerdo que se llamaba Juan. Nos pidió que nos fijáramos qué era lo que había en el exterior de la guardería, esto para saber a dónde nos íbamos a ir en caso de cualquier siniestro que ocurriera y así poner a salvo a los niños. En esa ocasión, todo lo que apuntamos fue que estábamos cerca de una llantera, de una gasolinera y de una bodega sola. El instructor dijo que nos encontrábamos en una bomba de tiempo.
Aracely Moroyoqui Contreras, asistente educativa de la Guardería ABC.
Escuché un sonido raro, algo extraño, arriba del techo, es decir del cielo, y me quedé estática, tratando de buscar de dónde provenía. Cuando bajé la vista comenzó a entrar humo de la esquina de la sala de descanso de los maestros. Un humo claro, cafecito, así que me dije “algo está pasando”; los gritos que escuché fueron: “alarma” y “fuego”, y enseguida sonó la alerta de seguridad.
Araceli Valencia Gracia, auxiliar de salud de la Guardería ABC.
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Salía bastante humo negro, demasiado negro, por lo que al ver todo eso, mi compañera Hilda de inmediato trató de abrir la puerta de la calle a la cocina, la cual estaba habilitada como salida de emergencia. Según los simulacros que antes habíamos hecho, esa puerta estaba habilitada como salida de emergencia, pero recuerdo que no podíamos abrir la puerta, ya que abre para adentro, no para afuera, además de que teníamos que jalarla con fuerza y abrirla con la llave, pues esa puerta no tenía la jaladora de la chapa porque se quebró, y en eso andaban de que la iban a arreglar, pero no lo hicieron.
María Guadalupe Torres Grijalva, cocinera de la Guardería ABC.….
El 5 de junio nosotros estábamos en Phoenix, en una reunión de la comisión Sonora-Arizona, que cumplía 50 años de haberse fundado y tiene dos reuniones anuales, una en Sonora y otra en Arizona. Ahora tocaba en Arizona. Al subir al presidium se me acerca un amigo que tiene relación con los bomberos y me dice: “gobernador, dicen que hay un incendio en una guardería en Hermosillo”. Entonces le hablo al procurador y al secretario de Seguridad Pública, que ambos estaban allá conmigo porque, como bien sabes, uno de los temas importantes en la relación con Arizona es el tema de seguridad; entonces estaban los dos allá y les encargo que se pongan a investigar. En lo que se va desarrollando el evento, se van conociendo avances, primero que eran dos niños, luego que cuatro, luego que siete, luego que 10 y entonces me toca hablar a mí, le toca hablar a la gobernadora, y al final del evento digo que me voy a regresar porque no sabemos exactamente qué es lo que está pasando. Regresamos inmediatamente, me traje al procurador obviamente, me traje al secretario de Seguridad Pública, me traje al secretario de Salud y comenzamos a ponerle orden, diría yo.
Eduardo Bours Castelo, gobernador de Sonora.
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A eso de las 2:30 de la tarde mi esposa (Sandra Téllez) me avisó que se estaba quemando la guardería, que ella ya iba en camino. Me dirigí hacia dicho lugar de inmediato, aun cuando andaba al norte de la ciudad por cuestiones de mi trabajo. Al llegar ya se encontraba el lugar acordonado por la policía y los bomberos. Únicamente miré a mi esposa y me junté con ella y me percaté de que ya se había desalojado el inmueble… Mi esposa estaba averiguando dónde estaban los hospitales para ir a ayudar a la gente, como lo hacemos hasta el momento, o sea a las madres de familia. Aparte de mi esposa, son otros dos los socios de la guardería, siendo los de nombre Gildardo Urquidez y Marcia Gómez del Campo.
Alfonso Escalante Hoeffer, dueño de la Guardería ABC y subsecretario de Ganadería del gobierno de Sonora.
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Fuimos a varios hospitales a buscar a mi hijo. Ya como a las 11 de la noche, la última opción: había un niño sin identificar en el hospital del ISSSTE. Y afuera ponían ropa de los niños para que los identificáramos los padres. Ahí había una camiseta idéntica a una de las que él tenía. Tenían la camisetita ahí toda quemada, y cuando vi la camisetita, dije: “Sí, sí es, aquí está”. Entonces pasé a ver al niño y el niño estaba bastante rojito y traía un respirador, tapado. Lo veía y sabía que era el último, pues. El último niño. Por una parte deseaba que sí fuera él, por otro lado que no fuera él. Y lo vi, y dije: “Sí es”. Pasó mi hermana y lo vio: “¿Estás seguro, Roberto, que es él?” “Sí, Jessica –le digo–, velo bien; sí es él, pero pues está quemado.”Llega mi esposa, en cuanto lo ve, dice: “No es”. Fuimos al Semefo y cuando llegamos nos mostraron unas fotos: ahí estaba en una de las fotos… era él.
Roberto Zavala, padre de Santiago de Jesús.
Viendo fotografías descubrimos el rostro de nuestro hijo y pues pasamos a reconocerlo… Entramos en un estado de shock que no nos permitió expresarnos. Pasaron como un par de horas más para que nos pudieran dar oportunidad de firmar todos los documentos y decirnos a qué hora podíamos recoger el cuerpecito de nuestro hijo. El arzobispo estaba ahí pero te quiero decir algo, yo al arzobispo lo veía tan distante, tan fuera de lugar, tan impersonal, no transmitía absolutamente nada. Al otro día, pasamos a Medicina Legal y nos entregaron su cuerpecito, se lo llevó una carroza a la funeraria San Jorge. Ahí lo velamos a partir de las 11 de la mañana hasta las seis de la tarde. Mantuvimos el ataúd, su cajoncito, cerrado, no porque el niño estuviera lastimado, el niño murió por asfixia, por intoxicación, sin embargo, preferimos que toda la gente lo recordara sonriendo, jugando.
Julio César Márquez, padre de Yeyé
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–¿Usted sabía que colaboradores suyos estaban relacionados con guarderías?
–Me enteré en Phoenix, ahí estaba Tony Salido, el esposo de una de ellas (Marcia Gómez del Campo). De hecho me lo traje yo, se vino en el avión junto con el resto de los funcionarios que veníamos a ver esto. Él fue quien me lo dijo, estaba deshecho, y él me dijo que era una guardería en la que su mujer era socio. Por eso me entero. Desde entonces ya no lo volví a ver. Lo que les dije nada más es: ustedes tienen que dar la cara, no sé cómo están las cosas, pero obviamente es una tragedia y tienen que dar la cara en estas cosas y ya.
Eduardo Bours Castelo, gobernador de Sonora.
Después de que vimos la foto de Santiago, pasamos inmediatamente a una oficina donde estaba el arzobispo y estaba el procurador Abel Murrieta. Entonces el arzobispo toma la mano de Martha y le empieza a decir: “No, mira…” Le empieza a dar su choro… Le dije: “No diga nada…” “Es que, hijo…” “No, no, no diga nada, quédese callado, cállese, ¿no entiende lo que es quedarse callado? No diga nada.” Se quedó completamente frío. Estaba enfrente el Abel Murrieta.
–¿Cuántos niños van, cuántos niños murieron? –le pregunto.
–No. Es una información confidencial —me dijo Murrieta.
–¿Cómo chingados es confidencial? ¿Cuántos niños murieron?
–Doce niños.
–¿Cómo ha pasado esto?
–No sabemos, ahorita estamos enfocados en los niños lesionados.
–Ese fue el primer contacto que tuve con ese güey y con el arzobispo que sólo decía resignación y bla, bla, bla…
Roberto Zavala, padre de Santiago de Jesús.
Para mí hubiera sido muy fácil ubicar al que dejó prendido el cooler y decir: se acabó el problema. O por lo menos intentar que se acabara el problema. Nunca lo hemos negado: vamos por la gente responsable, voy por todos, por el Seguro Social, si es que hay responsables, del nivel que sea, del ayuntamiento, administración actual o pasada. Que quede claro, no solamente hay un responsable y no se llamaba el que dejó prendido el cooler.
Abel Murrieta, procurador de Justicia de Sonora.
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–¿Cómo garantizar la impartición de justicia y defender a su equipo involucrado en la tragedia?
–Actuando con la imparcialidad y con estricto apego a la ley. Se los dije a ellos: “Oigan, vamos a ver, vamos a llegar al fondo de las cosas, yo no sé si se tengan o no tengan [responsabilidad], pero nunca me ha temblado la mano para actuar contra el que infringe la ley, si hay responsabilidad”. No tengas duda de que vamos a actuar, pero con estricto apego a la ley.
Eduardo Bours Castelo, gobernador de Sonora
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–¿Tiene usted la conciencia tranquila?
–Sí. A lo largo de mi carrera, y en particular como director del IMSS, siempre guié mis acciones bajo criterios de legalidad, honestidad y transparencia.
Juan Molinar Horcasitas, exdirector del IMSS
Andrés era mi hijo único. Un hijo planeado muy deseado, y me lo quitaron. Me lo mataron el 5 de junio. ¿Quién me lo mató? La impunidad y la corrupción que predominan en este maldito país. Eso me lo mató. Ahora, ¿qué hago sin mi hijo? Mi corazón está lleno, muy lleno de amor por él; mi cerebro está lleno de recuerdos hermosos, pero mis brazos están vacíos. ¿Qué hago sin él? Quiero darle sentido a la muerte de mi hijo y a la muerte de estos niños. Quiero que, en medio de esta desgracia, salga algo bueno para los demás niños, para los que están con nosotros y por los que vienen. Creo mucho en Dios, y creo que las cosas pasan por algo. Necesito –para que mi corazón esté en paz– que la muerte de estos niños tenga un sentido.
Patricia Duarte, madre de Andrés.