Por Manuel Espino
Un pequeño de 6 años identificado como “Jorge” ahorra en una alcancía con la finalidad de comprar un fusil AK47 para vengar la muerte de sus padres, según narra Silvia Aguirre, del Centro Familiar para la Integración y el Crecimiento de Ciudad Juárez.
Este terrible caso dista mucho de ser único: se calcula que unos 14 mil niños han quedado huérfanos tan solo en Ciudad Juárez de 2006 a la fecha. Se estima que en todo el país son 40 mil.
Sumemos a esta terrible situación los hechos recientemente denunciados por la Red por los Derechos de la Infancia en México, en el sentido de que la delincuencia organizada recluta a la fuerza adolescentes y niños de entre 12 y 18 años. Los varones son obligados a servir como mano de obra para la cosecha y el trasiego de drogas. Las niñas usualmente caen en manos de traficantes de personas.
Esta misma ONG señaló que entre 10 mil y 15 mil menores de edad enfrentan el riesgo de ser forzados a trabajar para bandas criminales.
Como colofón de estas brutales estadísticas se encuentra las de los niños asesinados durante la guerra contra el crimen, que son alrededor de 1 mil 200.
El futuro de México
Tradicionalmente, el Día del Niño ha sido una de las festividades más queridas por nuestro pueblo. Nuestra sociedad, abiertamente orientada hacia la vida familiar, ha hecho una de sus más felices tradiciones celebrar a los pequeños mexicanos.
Este año, sin embargo, se impone que al festejo que brindemos a nuestros niños se sume una reflexión por parte de nosotros los adultos. Es urgente que desde todos los ámbitos de la sociedad hagamos un esfuerzo por proteger a nuestros niños, por darles lo más elemental e indispensable: seguridad.
Hay un proverbio africano que dice “se necesita una aldea para criar un niño”. Es decir, los niños no se educan de manera aislada, solo por sus padres y sus maestros. En su formación participa la sociedad entera, ayudándoles a formar sus personalidades y sus valores a través del ejemplo y el cuidado comunitario.
En este día del niño, hagamos el compromiso personal, individual, de aportar a la creación de un México más pacífico, cuidando que nuestras actitudes, nuestras acciones, nuestro ejemplo como adultos, estén libres de rasgos violentos.
Ciertamente, el deber primordial de crear condiciones de paz se encuentra en manos del Estado, para el cual generar seguridad a los ciudadanos es la principal razón de ser. Como civiles, como ciudadanos sin cargos públicos, es poco lo que podemos hacer en el contexto de una guerra como la que hoy padecemos. Pero por poco que sea nuestro impacto en la vida nacional, en nuestro entorno familiar y laboral sí podemos hacer la diferencia. La suma de pequeños esfuerzos puede ser decisiva para nuestras comunidades.
En nuestras manos está contribuir a que cada vez menos niños sueñen con comprar armas y crezcan para ser ciudadanos de bien, en nuestras manos está el contribuir a que en los próximos años los festejos del Día del Niño no se celebren a la sombra de la violencia, sino en un ambiente de paz.
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