Por Rafael Cano Franco
Ni en una película de Mario Almada se hubiera concebido que un comando de entre 80 a cien personas pudiera llegar a una comunidad serrana, asolarla, matar a cuatro personas, rafaguear y destruir las instalaciones de la Policía, bloquear la carretera atravesando dos trailers y cometida la hazaña, retirarse tan tranquilos, con total impunidad.
Pero eso que parece sacado de un mal guión cinematográfico sucedió aquí en Sonora, en la comunidad serrana de Maycoba.
Justo al momento del ataque, los agentes comisionados en ese poblado “curiosamente” se encontraban en Yécora, la cabecera municipal realizando unos trámites. Que bien por ellos, porque la pueden contar y siguen con vida; que malo por los habitantes de Maycoba y Kipor que debieron vivir horas de terror e impotencia al sentir que los dejaron abandonados a su suerte.
No hace mucho, desde el gobierno del Estado nos hicieron la sugerencia de que los ciudadanos debíamos cuidarnos unos a otros, bueno, pues visto lo sucedido en la frontera entre Sonora y Chihuahua, queda claro que no podemos solos, necesitamos de la fuerza estatal para que cumpla su función básica y primaria que es brindar seguridad a los ciudadanos.
El mismo procurador, Abel Murrieta nos decía hace unas semanas que al recorrer ciertas zonas de Sonora deberíamos extremar precauciones, lo que no nos aclaró es que sus agentes en lugar de coadyuvar con los buenos, se harían a un lado y dejarían que los malos entraran y salieran de las poblaciones como Juan por su casa.
Y conste que esto sucede en el contexto de que los grupos del crimen organizado son una “ridícula minoría” que “van perdiendo la guerra”.
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