domingo, 7 de marzo de 2010

Carta desde Monterrey

Regiomontana con Miedo

Monterrey, NL a 06 de marzo de 2010.

La noticia, al volverse realidad, ha dejado de estar en los noticieros. Hoy en día, aquella violencia que solo vivía en mi televisor ha llegado a mi ciudad y a mi colonia. ¿Qué es lo que sucede en realidad? Creo que eso es algo que todo ciudadano mexicano quisiera saber. Lejos de la realidad de los medios y las realidades de nuestro Gobierno, creo que como ciudadano tengo derecho a saber ¿Por qué se ha puesto una oficina de la Agencia Estatal de Investigación en mi colonia? ¿Por qué había militares rodeando un Soriana? ¿Por qué están muriendo niños y familias inocentes? ¿Por qué no puedo hacer sonar el claxon de mi carro sin miedo a que el conductor de enfrente me vaya a querer balear? Hemos llegado a vivir una pandemia en donde toda una nación vive bajo el miedo que si hacemos algo incorrecto para alguien podríamos morir en el intento.

Es triste vivir la realidad que la democracia de este país es inexistente y que de nada sirve elegir a nuestros gobernantes y peor aún de nada sirve tener gobernantes cuando al querer estrechar sus manos y recibir ayuda de nuestros servidores públicos, quienes necesitan ser recordados del significado de servir, solo recibimos su espalda y negación. No puedo llegar a imaginar que tan grande tiene que llegar a ser el problema para que se acepte entonces que algo está mal porque desde mi punto de vista ya está bastante crecido.

Ahora solo nos queda juzgar si las cadenas que recibimos por correo electrónico que son certeras o no e ir recopilando la poquita información que pasa de boca en boca para darnos una idea de cómo cuidarnos. Y así de boca en boca, con realidades tergiversas decidimos si seguir alterándonos por algo de lo que en realidad no sabemos nada. Siempre lo he dicho y ahora lo sostengo aún mas, es la educación y el conocimiento lo que nos hace ser seres racionales, pensantes, de criterio y si nos quitan eso alimentan el caos y el miedo, el miedo a lo incierto y a todo eso que no sabemos y que solo imaginamos es mucho más grave de lo que podría ser ya que por algo se está ocultando. Me gustaría ver que al menos uno de todos nuestros servidores públicos demostrara carácter y se pusiera la camiseta del puesto en el que trabaja y hablara, así sea para decir que también tienen miedo y no saben qué hacer.

Hasta ahora todo lo que se sabe o se rumora es que son conflictos entre grupos del narcotráfico, pero hasta donde yo recuerdo, estos grupos solo se dedicaban al tráfico de drogas y no a toda esta violencia, muertes, secuestros y demás. Nos guste o no esto es ahora una realidad en México y por lamentable que sea, es nuestra proyección al mundo. Prostitución, vicios, inseguridades… no por nada somos el país que se lleva las medallas del primer lugar pero en cosas negativas. Así que me preguntan que, ¿Cuál es la realidad que se vive en Monterrey? La misma que en toda la zona norte de la República Mexicana. La realidad es que tenemos miedo. Miedo de mirar a alguien de manera incorrecta, miedo al ver autos con vidrios polarizados, miedo a andar en la calle al ponerse el sol, miedo de la policía, miedo a traer un carro del año, miedo a pasar en mal momento por alguna avenida, miedo a que te confundan y sobre todo miedo a que te lleguen a escuchar hablando del tema.

Entonces dicen que no pasa nada ni en Reynosa, ni en Juárez, ni en Matamoros, ni en Monterrey y a cambio nos reparten boletines con recomendaciones de cómo cuidarnos para que no vayamos a terminar envueltos dentro de una balacera, como hacer para mantener un bajo perfil y que no nos vayan a secuestrar. Cómo hacer para que no nos vayan a confundir con alguno de los malos. Pero no pasa nada. Siempre y cuando no salgamos de casa por la noche, no tengamos carros ostentosos con vidrios polarizados, mientras nuestro vestir no llame la atención y mientras no andemos en lugares que no debemos andar, todo estará bien. Mi pregunta es ¿bajo los parámetros de quién? De personas que roban, asesinan, secuestran, de gente sin educación y sin moral que no sabe lo que es trabajar lícitamente y no tiene idea de lo que cuesta vivir, pagar una casa, un carro y tener deudas. Pero insisto, no hay nada que temer siempre y cuando nos logremos mantener al margen, porque afuera nada pasa… pero por si acaso mejor ni salir.

Ironías que se viven hoy en día en nuestro país producto de años que hemos vivido cegados y engañados con lo que el Gobierno ha creído conveniente que debemos saber. Y todos aquellos días en los que uno podía sonreírle a alguien o incluso saludar a perfectos desconocidos en la calle se han ido, días de caminar por tu colonia libremente, de salir a los parques a hacer ejercicio, de viajar, de salir de fiesta, de salir con la familia a cenar, de sentarte en la banqueta de tu casa con tus amigos por las noches y simplemente de estar en el lugar incorrecto a la hora menos apropiada. Ahora tenemos un horario permitido para andar en las calles y a cierta hora hay que volver a casa, a guardarnos, tras barrotes y alarmas para sentirnos seguros. Recuerdo los días en casa de mi abuela en donde la puerta siempre estaba abierta y era solo un frágil mosquitero el que se escuchaba abrir y cerrar al paso de las personas que pasaban a visitar. Familiares y vecinos iban y venían sin miedo nada y los niños jugábamos en la calle sin ningún peligro. Entiendo que las ciudades crecen y con eso los riesgos pero nunca llegué a imaginar muertes, balazos y secuestros. Nunca imaginé dudar de mis vecinos y tener miedo de invitarlos a pasar a mi casa.

Ahora solo me queda pensar qué será de mi ciudad en unos años cuando tenga hijos, cuando me pidan permiso de salir a jugar con sus amiguitos al parque, cuando me digan que quieren ir a una fiesta en la secundaria, cuándo me digan que quieren irse de viaje o cuando dejen casa para irse a estudiar o trabajar. ¿Qué va a ser de todo esto entonces? Según se rumora, apenas viene lo peor y solo tendremos que tolerarlo por unos tres años en lo que se ajustan cuentas entre estas organizaciones delictivas. Yo creo que hemos tolerado suficiente, hemos sufrido bastante y tenemos miedo día tras día. No me parece correcto “tener que” tolerar este tipo de situaciones que no deben estar sucediendo. No me parece que por culpa de los errores y ambiciones de los adultos nos llevemos de pasada a las nuevas generaciones. Si bien lo dijo Alejandro Magno antes de morir,

“Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd para así mostrar que ellos no tienen, ante la muerte, el poder de curar. Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecen. Quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan ver que vinimos con las manos vacías, y con las manos vacías partimos.”

Seamos personas humildes, recordemos las cosas buenas, los valores, el respeto, la convivencia, la tolerancia. Dejemos de sentirnos autosuficientes, individualistas, ambiciosos. Tenemos una terrible enfermedad de poder, de dinero, de ser mejores que el de alado, de tener más que el vecino. La competencia no es demostrar quién es mejor que el otro sino mejorar para con nosotros mismos y superar nuestros obstáculos personales para llegar a ser seres con valor moral, espiritual, no monetario. Dejemos de pensar que el mundo es nuestro y que somos dueños de nuestra vida. Estamos aquí de paso para dejar huella, no para dejar desastres. Venimos al mundo para aportar y hacer de este un lugar mejor, no para destruirnos. Todos y cada uno de nosotros somos producto de una relación de amor entre una pareja, ¿en qué momento las cosas cambiaron y vivimos con tanta rabia y enojo buscando pisar al de abajo para sentirnos superiores? En el mundo se necesita balance, se necesita paz, armonía. Nos queremos acabar todo de una mordida y olvidamos que un buen vino es aquel que se degusta en pequeños sorbos, lleno de aromas agradables y sabores equilibrados para que al final su agradable bouquet quede en nuestra memoria como un grato recuerdo.

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