Por Leopoldo Santos Ramírez / Dossier Político
Varias cuestiones nuevas diferencian a la campaña electoral que está por terminar, de la campaña presidencial de 2006, cuando las maniobras desde dentro del IFE le otorgaron el triunfo a Calderón, con la alianza PAN y PRI para dejar por fuera a López Obrador.
La primera diferencia es que el PAN ha tenido serios contratiempos para dar la imagen de un partido unificado, y a diferencia de Fox que se involucró en la campaña de 2006 incluso violentando la ley, Calderón no parece estar muy comprometido con la candidata presidencial Josefina Vázquez. Varios personajes panistas ilustran la división que no ha podido ser remontada por el PAN. Los más connotados son Fox y Manuel Espino que llaman a votar por Enrique Peña Nieto del PRI; y Manuel Clouthier, que intentó contender como candidato independiente, y ahora es cortejado por Andrés Manuel López Obrador.
La segunda cuestión que vino a darle un carácter diferente a la campaña es que por primera vez en México, la televisión privada, Televisa, experimentó con éxito la creación de un candidato propio por encima del PRI, e inclusive sin que este partido hubiera tenido oportunidad de reaccionar ante el hecho consumado de Enrique Peña Nieto, como candidato.
El tercer aspecto que modificó el escenario de triunfo seguro para Enrique Peña Nieto fue la aparición en escena del movimiento estudiantil #Soy 132, de universidades privadas y públicas de la ciudad de México, y que lograron extender su influencia en otros estados, sobre todo entre los jóvenes. La acción del # Soy 132 trajo un aire refrescante en la rutina electoral y pusieron en jaque la prepotencia de Peña Nieto y las televisoras que siguen dando por hecho el triunfo de éste en las elecciones.
Otra diferencia notable consiste en que por primera vez se ha puesto en cuestión la metodología que usan las casas encuestadoras ligadas a las televisoras y a los grandes periódicos y medios electrónicos. Ahora se tiene la certeza que se trata de mecanismos de manipulación política, aunque no se cuenta aún con los medios para contrarrestarlas.
Pero la diferencia política más importante de estas elecciones es que aparentemente un acuerdo entre PAN y PRI como en 2006 que le permitió a Calderón tomar posesión, podría complicársele a Peña Nieto si acaso ganara las elecciones apretadamente. Lo mismo ocurriría si Andrés Manuel gana y no obtiene un margen contundente. En este caso, el acuerdo PRI–PAN se daría a última hora, (después del mediodía del domingo 1 de julio) para tratar de desbancar al candidato del MORENA. En el primer caso y en el segundo, un acuerdo para afectar a cualquiera de los dos, pasaría no por la candidata del PAN, sino por la presidencia de Calderón, que mantiene los hilos de la campaña panista. De cualquier forma, aparentemente a estas alturas no existe un acuerdo y esa situación favorece la causa de Andrés Manuel.
Sin poder medirlo con precisión, -las encuestas de los poderosos no nos permiten estimarlo- sabemos que en una gruesa capa de la sociedad mexicana existe la convicción de cambiar, abriendo una probabilidad real para que gobierne alguien de la centro-izquierda, con un programa por demás reformista, como el que encabeza Andrés Manuel, pero que garantiza serenar a la república. Un grueso de la gente está cansada del PAN y el PRI por la violencia y corrupción generada en estos dos sexenios, por la falta de oportunidades y de empleo, descontento que se expresó bien en el movimiento #Soy 132. Pero sabemos que existe una campaña clandestina que intentará comprar la conciencia y la voluntad de cientos de miles de mexicanos a quienes su pobreza los lleva a vender su voto al mejor postor. Al mismo tiempo sabemos que para contrarrestar las maniobras de uno y otro lado es necesario salir a votar masivamente, con la convicción de que es posible mejorar a este país y con la determinación de que termine la noche de sombras y muerte que la violencia del poder ha hecho caer sobre las familias mexicanas.
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