Federico Arreola
Es falso que muerto el perro se acabe la rabia. De la misma manera, no es verdad que una vez muerto el terrorista se acabe el terrorismo.
Se anuncia ya el fallecimiento de Osama Bin Laden y, claro está, si de algo podemos estar seguros es de que ello en vez de representar una disminución de la violencia terrorista en el mundo, significará todo lo contrario: más atentados, más bombazos, más drama, más sangre.
Heráclito, de los primeros filósofos griegos, dijo que “la guerra es la reina y la madre de todas las cosas”. Es verdad pero, en nuestro tiempo, habría que corregir y tal vez aumentar, en su contenido de crueldad, esa frase: “La violencia terrorista es la reina y la madre de todas las cosas”.
En el siglo XIX, en su poema “Mañana de embriaguez”, Arthur Rimbaud dijo que había llegado “el tiempo de los asesinos”. Absolutamente cierto. “Tenemos fe en el veneno”, expresó también ese poeta. Era verdadero entonces y lo es todavía más hoy en día.
En el siglo XXI, que es el tiempo de los terroristas, los más refinados asesinos, seguimos teniendo fe en el veneno. Ni duda cabe, solo el gusto por la ponzoña explica tantas atrocidades.
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