Octavio Tapia
La gran mayoría de quienes hoy estamos en nuestra etapa adulta, conocimos cuando niños un México muy diferente a aquel en el cual vivimos ahora; hoy vivimos un diferente país.
Cuando niños, bastaba un salario, fruto del trabajo honesto del padre de familia para satisfacer –aún de forma modesta- las necesidades del grupo familiar de clase media (una especie hoy en peligro de extinción); podíamos jugar en la calle con tal de que nos guardáramos para la hora de la cena, ir y regresar solos de la escuela, y como estos muchos ejemplos.
Pues bueno, ese México no existe más.
Una muy buena amiga que vive (si a eso se le puede llamar vivir) en Ciudad Juárez, tiene bien entrenados a sus hijos de 5 y 7 años sobre qué hacer en caso de que les toque una balacera camino a la escuela. Otra niña de 11 años que vive en el Centro Histórico de la Ciudad de México tiene a su corta edad una buena colección de historias sobre hechos delictivos que le ha tocado presenciar, incluso un asesinato a balazos apenas afuera de su casa. Conozco asimismo a un niño de tres años que no conocerá a su padre porque este un día fue a trabajar y jamás regresó a casa, cortesía del crimen organizado en Cancún.
De todo esto estamos hasta la madre.
Si el gobierno es culpable de esta descomposición social, es algo que podrá debatirse, habrá distintos puntos de vista. Pero hay algo que nadie puede negar: el Gobierno Federal es definitivamente el responsable. Una de las obligaciones fundamentales de un gobierno es el garantizar la seguridad de los ciudadanos.
Por supuesto que también estamos hartos de los criminales, de su salvajismo, de sus métodos, de su absoluta falta de respeto por la vida humana. Si, también estamos hasta la madre de ellos.
La cantidad de mujeres, hombres y niños que han muerto en la “heroica” guerra del presidente Calderón contra el crimen organizado es algo que nos debe horrorizar a todos; sin embargo, la sociedad ha decidido ir más allá del horror.
De esto se trata la Marcha del 8 de Mayo, por eso muchos mexicanos nos hemos puesto de acuerdo para salir a la calle a gritar en silencio que ya no estamos dispuestos a soportar este absurdo derramamiento de sangre.
Que todos podamos hacer despertar a nuestras conciencias, que al menos lo intentemos.
Nos vemos en la marcha, en cualquiera de los lugares donde se desarrolle.
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