martes, 17 de mayo de 2011

Llegó la hora de los ciudadanos

Guillermo Fabela Quiñones
No es que uno como periodista esté empecinado en sólo ver el lado malo de los actos del grupo que detenta el poder, es que no se observa por ningún lado el aspecto positivo de los hechos de gobierno. Porque una cosa son las políticas públicas reales, y otra muy diferente la propaganda en los medios electrónicos. Tal situación obedece a un problema de fondo: la cúpula de la burocracia tiene un concepto del servicio público muy vago, en el mejor de los casos, porque el que más campea en sus integrantes es el del aprovechamiento de las oportunidades con una finalidad de lucro. El bien común al que hacía mención la plataforma de principios del PAN, derivó en el bien particular de quien tiene posibilidad de administrar bienes públicos.
Bajo el neoliberalismo esta realidad se magnificó y se hizo una práctica bien vista, ahora los resultados nefastos son manifiestos, lo grave es que el grupo en el poder no los quiere ver y sigue empecinado en continuar por ese camino, que según el secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, “es el correcto”. Lo fundamental para la burocracia dorada es crear condiciones favorables para hacer buenos negocios, de ahí que la corrupción y la impunidad sean factores inherentes a tal modo de ejercer el poder, como lo confirman organismos internacionales, por ejemplo Amnistía Internacional en su último informe de labores.
Allí puntualiza que “el Ejército y las policías desplegadas para combatir el crimen organizado y el narcotráfico fueron responsables el año pasado de violaciones graves de derechos humanos: homicidios, desapariciones forzadas de personas, tortura y detenciones arbitrarias, sin que hasta el momento ningún militar haya sido condenado”. Sin embargo, esto no se quiere ver en la cúpula gubernamental, donde todo lo quieren reducir a sangrientas confrontaciones entre los cárteles del narcotráfico. A este respecto, es válida la pregunta: ¿por qué sólo hasta ahora, después de medio siglo de estar operando en el país las bandas delictivas, les dio por matarse entre ellas? Conviene reflexionar sobre este punto.
Por ahora baste señalar la necesidad de que la oligarquía escuchara la voz de la sociedad, a efecto de evitarle daños mucho más graves al país en su conjunto. Los saldos del calderonismo son ya de por sí muy dramáticos y demasiado trágicos, sería apocalíptico que tal realidad se prolongara, tal como lo quiere Felipe Calderón. En este momento, la descomposición del tejido social reclama soluciones de fondo, lo que implica en primerísimo lugar cambiar el modelo económico, medida urgente que no admite aplazamientos. Seguir con la terquedad de aprobar reformas estructurales retrógradas y fascistas, como la laboral, equivale a convertir todo el territorio nacional en una gigantesca fosa clandestina.
En este sentido, es absolutamente falso el argumento de Calderón de que la reforma laboral neoliberal permitiría “dar empleo a millones de mujeres”. Posiblemente, si bien les fuera, sería en calidad de esclavas asalariadas, sin ningún derecho, sin posibilidad alguna de aspirar a un futuro mejor para sus hijos, menos aún siendo madres solteras. Como igualmente falsa es la afirmación de que sin el Ejército y la Armada haciendo funciones policíacas, el país quedaría a merced de las mafias. Estas han existido desde hace medio siglo, sin que el país se haya desestabilizado como en la actualidad. Lo que hay detrás de esta situación tan calamitosa es una voluntad exógena de llevar a México al despeñadero de la desestabilización plena.
Cabe señalar que de muy poco valdrá el convenio de colaboración que firmaron el secretario de la Defensa Nacional, general Guillermo Galván Galván, y el titular de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Raúl Plascencia Villanueva, si quien tiene la responsabilidad de asumir la defensa de la soberanía del país, no cumple este compromiso con un claro sentido patriótico. Es tal su falta de compromiso, que de manera por demás cínica, Carlos Salinas de Gortari actúa impunemente en defensa de su apátrida gestión gubernamental que tanto daño hizo al país. En Madrid, adonde viajó para presentar su último libro, dijo que la marcha del fin de semana pasado fue “un reclamo muy serio y muy firme a toda la estructura política del país”. Ahora se asume como defensor de los derechos humanos y puntualiza que “es hoy la hora de los ciudadanos”. ¡Vaya desfachatez de quien durante su sexenio, e incluso ahora como líder indiscutible de la extrema derecha incrustada en el PRI, se caracterizó por “no escuchar ni ver” a los ciudadanos! Se ha llegado ya demasiado lejos en la política antidemocrática impuesta por el grupo oligárquico que detenta el poder real en México, para pretender seguir por ese mismo camino, como lo quieren Calderón, Salinas y Enrique Peña Nieto. Es cierto, llegó la hora de los ciudadanos, pero libres del peso de esos intereses fascistas.
(gmofavela2010@hotmail.com)

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