Abraham Nuncio
En la revisión de la prensa al día siguiente de los comicios, me
encontré con la frase de Roosevelt...
El azar suplía con creces al propósito y me
ofrecía, en síntesis, el alma de lo que han sido, hasta la elección que culminó
el primero de julio, las campañas electorales en México: la oportunidad para que
el dinero organizado determine, no los resultados reales de la elección, sino el
gobierno que sus dueños desean como representante inmediato de sus intereses.
Así que haiga de ser como haiga de ser, según la expresión de un
ciberopinante.
En el escueto discurso de Andrés Manuel López Obrador, la noche del pasado
domingo, está la palabra clave de las campañas electorales. En ellas campeó la
inequidad; pero no sólo, también conductas que oscurecieron el panorama hablado
de la madurez y consolidación de la democracia mediante las elecciones ofrecido
el primero de julio por Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón. Hay que decirlo
con el cincel en la mano: no hay democracia cuando es el dinero el que compra
las elecciones. Los del primero de julio fueron eso, unos comicios comprados a
través de múltiples conductos y agentes ligados por la corrupción.
Pero nada es fatal, como algunos quisieran. Una mujer muestra una pancarta
que dice
Voto comprado, voto anulado.Forma parte de los cientos de indignados ciudadanos que se manifestaron en Salinas Victoria y Ciénega de Flores, dos municipios de Nuevo León, en contra de la compra de sufragios, robo y manipulación de credenciales de elector, despidos de la actual administración priísta por apoyar a otros partidos y amenazas de individuos armados para que votaran por los candidatos del PRI.
Fraude, fue su grito reiterado. Un fraude que, entre otros lugares, se puede consultar en defensadelvoto.mx, obra del regiomontano Jesús Ibarra Salazar, autor de Haiga sido como haiga sido.
Pocos pero significativos ejemplos dan cuenta de cómo los gobiernos locales
del PRI fueron una de las fuentes importantes de su financiamiento electoral. En
Coahuila, Humberto Moreira, quien fue su gobernador y, no de gratis, el primer
coordinador de la campaña de Peña Nieto, endeudó sin medida a su estado al grado
que hoy sus habitantes y quienes se paren a consumir en su territorio deben
pagar por esa deuda, cuyo destino es aún opaco, una gabela de 3 por ciento
adicional a 16 por ciento del IVA.
En Tamaulipas se les sigue causa a sus tres últimos ex gobernadores por
enriquecimiento ilícito, lavado de dinero, tráfico de influencias, desvío de
recursos públicos, actos de corrupción y/o nexos con el narcotráfico. ¿No
cooperaron esos funcionarios con recursos públicos para la candidatura de Peña
Nieto?
Los electores de esos dos estados, agraviados por la corrupción y despojo de
sus gobernantes y asolados por las bandas criminales, ¿optó en su mayoría por el
autoflagelo, según el mapa
oficialde las elecciones del primero de julio?
Con una cultura bipartidista, que apenas en estas elecciones fue matizada por
una mayor presencia de los partidos identificados con el movimiento encabezado
por AMLO, en Nuevo León la votación fue de castigo al PRI. Justamente por actos
que hoy se sabe se repitieron en todo el país. En el charco del descontento con
el gobierno local cayó como una gran piedra la información dada a conocer el
sábado 30 por El Norte sobre una nómina oculta dependiente de la
secretaría general de Gobierno, donde cobraba una red de individuos por realizar
actividades en favor de Peña Nieto y otros candidatos priístas. La dependencia
negó la información, pero uno de los llamados
operadoresde la red se encargó de difundirla vía Facebook y allí menciona el origen y los destinos de los
apoyos: (“Yo creo que el apoyito que me da mi gobierno es para apoyar a Rodrigo p’al compromiso que tiene con Peña Nieto.”).
En el estado de México, Arturo Montiel, antecesor de Peña Nieto, fue
defenestrado por el escándalo que produjo su colosal enriquecimiento ilícito. Y
el propio gobierno de Peña dispuso de una partida de más de 32 mil millones de
pesos provenientes de recursos adicionales de la Federación sin la autorización
del Congreso del estado y fue incapaz de justificar un monto de más de 13 mil
millones de pesos, como lo documenta fehaciente y minuciosamente José Guadalupe
Luna Hernández en su libro Información programática y rendición de cuentas.
Claves para entender el uso indebido de los recursos públicos en el
gobierno de Peña Nieto. ¿Nada tuvo que ver el desbordamiento del tope financiero
de campaña del candidato priísta con esos ahorritos?
Andrés Manuel López Obrador faltaría a su compromiso con quienes votaron por
él – me parece, desde luego, que fue la mayoría – si no impugnara la elección del
primero de julio. Sus adversarios quisieran ver en él a un político del corte de
Josefina Vázquez Mota o Gabriel Quadri, ambos darlings de los
seguidores de Peña Nieto. Pero no es un individuo el agraviado, sino que somos
más de 15 millones los que exigimos que el largo Termidor mexicano no concluya
en otro golpe de Estado disfrazado de
errores lamentablespero parchables con multas administrativas o regaños a los que mal se portaron (Fox, el principal, ahora convertido en vil mercenario), como ocurrió hace seis años.
Estar gobernados por el dinero organizado es tan peligroso como estarlo por el crimen organizado.
Franklin D. Roosevelt.
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