Martín Velez
Dicen que Felipe Calderón es un borrachín de marca. El tecleador de estas teclas se ha resistido a creer esas versiones, a pesar de que algunas de ellas están suficientemente documentadas. De hecho, Carlos Castillo Peraza alguna vez escribió una carta recriminándole a Felipe haberlo dejado plantado en una cita; para después enterarse, Carlos, de que Felipe no asistió a la cita por andar “bien servido”.
Pero una cosa es echarse unas chelas, o unos tequilas, o lo que sea, por donde sea, y otra muy diferente es empezar a platicar con Dios. En esas anda ahora don Felipe Calderón. A juzgar por unas declaraciones, poco conocidas, que fueron dichas por el ocupante de Los Pinos en su reciente visita a la Universidad de Stanford.
La visita a Stanford es recordada por dos cosas: por la tronante embestida de Felipe contra la “era priísta”; y por el avioncito que surcó los cielos, mientras Calderón hablaba y hablaba, arrastrando una manta con la leyenda “40,000 dead. How many more? No + sangre”.
Pero el ojo de fino periodismo de Antonio Navalón (El Universal, 14 Jun. 11) recupera una parte del discurso de Calderón que es por demás preocupante. Por que ahora resulta que Calderón se ha elevado a una altura tal que ya hasta platica con Dios, y recibe mandatos directos de Él. Si no me creen, dejemos que Felipe lo diga con sus propias palabras:“Cualquier cosa que se haga ya fue hecha, cualquier crimen que se cometa ya fue cometido, venimos de una dictadura del pensamiento y de las actitudes y lo que no hicimos en el año 2000 en el tránsito pacífico de la alternancia del poder, de Zedillo a Fox, me ha tocado hacerlo a mí siguiendo el mandato divino que recibí de acabar con la era priísta” Hasta ahí lo dicho por Calderón, citado por Navalón.
Debe ser preocupante el estado de salud mental del Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas. El hombre que tiene el poder para apretar miles de gatillos al mismo tiempo anda platicando con el Creador. Y desde el extranjero, nos comunica los mandatos que Dios le ha dado. Por lo menos ya nos compartió uno: acabar con la era priísta.
O sea que Dios no debe estar muy enojado con los priístas. Digo, si mandó a Felipe a acabar con ellos, quiere decir que no los odia tanto. Por que parece que Felipe, en vez de acabarlos, los está engordando. A menos que se los quiera acabar por la infalible vía, aunque tardada, de la obesidad mórbida. Por que, desde que Felipe desgobierna y desgobierna, el PRI engorda y engorda.
Si Vicente Fox logró la hazaña de demostrar que es posible gobernar peor que el PRI; Felipe Calderón ha logrado la proeza de demostrar que es posible gobernar peor que Fox. Por eso, millones de mexicanos, con una pequeña aunque cara ayuda televisiva, están volteando a ver en el PRI la salida a la grave crisis en la que estamos; en la que nos han metido la hazaña foxista y la proeza calderonista.
Cada vez queda más claro: Dios no está enojado con el PRI. Está enojado con el resto de los mexicanos. Estamos pagando los sacrificios humanos de los aztecas, los crímenes de la Santa Inquisición. No sé. Pero algo muy grave hemos de haber hecho; para que nos haya castigado con 12 años de PAN, y nos amenace con regresarnos a las garras del PRI.
Ojalá que Felipe Calderón platique de nuevo con Dios y nos aclare el misterio. Pero escóndanle la botella, por que borracho no vale.
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