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La conferencia de prensa que ofreció la dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Elba Esther Gordillo, revela los niveles de bajeza a los que ha llegado el sistema político mexicano. En este momento, ella es el ejemplo más claro del derrumbe moral de la vida política nacional, que paradójicamente se da cuando al frente del Ejecutivo de encuentra un militante del partido que siempre se ufanó de ser el más firme defensor de los valores éticos de las familias. Con las declaraciones de la líder vitalicia de la principal organización sindical, se cae la careta con la que el PAN encubre su hipocresía.
Estas declaraciones de la profesora Gordillo tienen el objetivo de hacer ver que su organización está en venta, que ya no tiene compromisos que la aten a Felipe Calderón. Y para generar confianza entre los compradores, hace evidente que su organización partidista está en manos confiables que sería difícil la traicionaran. La nueva secretaria general del Partido Nueva Alianza (Panal), es nada menos que su hija Mónica Arriola Gordillo, a quien apoyará el que fuera secretario particular de la líder vitalicia, Luis Castro Obregón, quien será el más obediente ejecutor de las órdenes que le den ambas mujeres, a cambio de aparecer en el directorio como supuesto presidente nacional.
Con la excepción del periodo en el que Antonio López de Santa Anna encabezó la marcha de instituciones muy debilitadas, nunca antes los mexicanos habíamos sido testigos de tanta indignidad, tanta desfachatez, tanto cinismo como las que ahora estamos padeciendo, de manera brutal de parte de una organización dedicada a medrar y burlarse de la sociedad. Sin embargo, no toda la culpa la tiene la señora Gordillo, pues ella lo único que ha hecho es aprovecharse de condiciones que favorecen su comportamiento inmoral. Ella misma reconoció implícitamente que sus mejores momentos los ha vivido a partir de que el PAN llegó al poder.
Si ha procedido como lo ha hecho es porque encontró una realidad muy favorable a su manera de entender el quehacer político. No es casual que haya acumulado una fortuna que la coloca como una de las mujeres más ricas de América Latina, con un poder real que le viene de ser la titiritera de la principal organización sindical del subcontinente, que utiliza no para favorecer a su gremio ni mucho menos a la educación, sino con miras patrimonialistas que parecen no tener fin. Si ahora se está deslindando de quienes la sirvieron en diferentes posiciones del gobierno, es porque llegó la hora de ajustar cuentas y ella no quiere verse involucrada en los manejos fraudulentos de sus protegidos, como Miguel Ángel Yunes en el ISSSTE.
Mientras haya con quien negociar, como si estuviera en el mercado, ella lo hará sin andarse con miramientos éticos ni de ninguna especie. Lo esencial para la profesora son los resultados, que deben ser muy favorables si no mejor se retira. Así lo evidencian los que obtuvo con el entonces candidato del partido blanquiazul, Felipe Calderón, el único que se prestó a negociar con ella, como lo dijo en la rueda de prensa. Ambos salieron ganando, de acuerdo con los objetivos del arreglo. Calderón pudo alcanzar, después de varias maniobras fraudulentas, menos de un punto de ventaja sobre Andrés Manuel López Obrador, ella colocó en el gabinete a varios de sus incondicionales, entre quienes destaca quien sigue fungiendo como subsecretario de la SEP, su yerno Fernando González Sánchez.
Que puedan darse este tipo de negociaciones demuestra el enorme atraso, el intenso subdesarrollo que caracteriza al sistema político mexicano, cada vez más lejos de la democracia y cada vez más cerca del fascismo, situación que le da mayores ventajas a líderes como la profesora Gordillo y su familia, siempre dispuestos a servir al mejor postor. Por eso, que reconozca que con quien nunca se ha podido entender es con López Obrador, es el mayor elogio que le puede hacer al político tabasqueño. En cambio, con Calderón se ha entendido a las mil maravillas, hecho muy revelador que patentiza el bajísimo nivel moral de ambos.
Estamos en una carrera regresiva muy peligrosa, que de continuar podría desencadenar una ingobernabilidad inaceptable, sobre todo para quienes son ahora los principales beneficiarios de los bienes y riquezas naturales del país, extranjeros que no tendrían empacho en demandar la protección de sus gobiernos, como en el Porfiriato lo hicieron ingleses y gringos, quienes eran entonces los principales explotadores de las riquezas nacionales. En este momento somos el hazmerreír de Latinoamérica, por el comportamiento deleznable y tragicómico de la clase política al servicio de la oligarquía. Parecemos uno de aquellos países “bananeros” de hace más de medio siglo que dejaron un pésimo recuerdo en el subcontinente. En manos de los agremiados del SNTE está cambiar esta lamentable situación. ¿Cómo es posible que acepten semejante indignidad?
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