lunes, 28 de noviembre de 2011

AMOR REPUBLICANO

Gerardo Fernández Casanova

“Que el fraude electoral jamás se olvide.

Ni tampoco los miles de muertos inocentes.”

Durante el tiempo en que se dio el proceso de impulso a la organización de la base popular del Movimiento para la Regeneración Nacional (MORENA) López Obrador mantuvo un discurso de escasa variación; el mensaje central fue el mismo en todo el territorio nacional y así tuvo que haber sido porque se hablaba a cada uno de los núcleos de población; si acaso, hacía alguna referencia peculiar al sitio y a su historia y, eventualmente, ante la prensa formulaba alguna opinión respecto de algún acontecimiento coyuntural. Lo importante era la identificación de la crisis del país y de sus causas y causantes, para dar soporte a la convocatoria organizativa.

Una vez concluida esa fase del proceso, se emprendió una de presentación del Nuevo Proyecto de Nación a distintos sectores de la sociedad y el discurso se especializó, en el sentido de emplear el lenguaje apropiado a cada auditorio especifico. No hay variación en el contenido, sólo en la forma. Pongo un ejemplo: el lema “por el bien de todos, primero los pobres” fue desgastado por los críticos a sueldo tildándolo de discriminatorio hacia la parte de la sociedad que siente no ser pobre; ahora se emplea el término del amor al prójimo, que corrige la apreciación equivocada del original. En lo sustantivo se trata de la misma convocatoria a procurar la mayor felicidad posible mediante la exaltación de la virtud generosa versus el vicio del egoísmo y la codicia y, también mediante la vigencia de un estado comprometido en lograrla.

Ahora esos críticos levantan las cejas ante el nuevo lenguaje de López Obrador que convoca al amor por los demás. Aducen que se trata de un discurso de tinte religioso. Falso. Es tan republicano, tan liberal y tan laico como el de la Revolución Francesa con su lema “Libertad, Igualdad y Fraternidad”. Hoy la palabra fraternidad, que sería sinónimo de amor al prójimo, está también desgastada y debilitado su profundo significado. Igual podría decirse del término solidaridad que, por razón del manoseo engañoso de Salinas de Gortari, perdió su enorme riqueza. Por su parte, la iglesia se apropió de la palabra caridad y la asimiló con la limosna, desvirtuándola.

En la entrevista que le hiciera Carmen Aristegui y en respuesta al cuestionamiento respecto del tufo religioso del tema del amor al prójimo, López Obrador recordó a Alfonso Reyes, sin duda el más grande pensador y poeta que ha dado México al mundo, que por allá de los años cuarenta del siglo pasado escribió su Cartilla Moral, texto ideado para servir de apoyo a la enseñanza del tema en las escuelas mexicanas. Ahí está el soporte laico y republicano del discurso lopezobradorista relativo al amor y la bondad (se le puede encontrar en la página de Regeneración en internet). Está también respaldado en el Nuevo Proyecto de Nación que, por cierto, no es producto de inspiración metafísica. Pero está más profundamente grabado en la cultura mexicana original que prevalece en pueblos y barrios que se han mantenido libres de la vorágine individualista del neoliberalismo, o en los Caracoles zapatistas que recrean y enriquecen esa cultura arraigada en el México profundo, no sólo en los pueblos sino también en la capital como quedó de manifiesto abrumadoramente en el terremoto del 85.

Aspirar al progreso y  a la regeneración nacional sin poner el acento en la recuperación de la actitud amorosa hacia el prójimo, hacia la Patria y hacia la naturaleza, además de dificultarse, caería en el sinsentido de acendrar el vicio y alejar la virtud. Para ejemplo en contraste basta con observar lo sucedido este último fin de semana: “el buen fin”, mediante el que el gobierno puso en charola de plata el aguinaldo de los trabajadores para ser engullido por el más rabioso consumismo, dizque para reactivar el mercado interno que, en todo caso, sería el mercado interno gringo o chino, dado el alto contenido de importación de las ventas promocionadas; el ahorro y la previsión habrá que dejarlas para otros pueblos menos jacarandosos.

Entonces, entre la fraternidad de los antiguos franceses y el Amor y Paz del 68, nos vamos queriendo recio con la república amorosa, que también se siente bien bonito.

No hay comentarios: