jueves, 26 de agosto de 2010

Granadas en Puerto Vallarta y Monterrey

Federico Arreola

La guerra de Felipe Calderón ya acabó con la tranquilidad y el desarrollo en Monterrey y en muchas otras ciudades del noreste de México. Ahora empieza a destruir a las zonas turísticas, como Puerto Vallarta, donde hubo granadazos en un bar lleno de gente (en la Sultana del Norte, como de costumbre, las granadas explotaron en la calle).

¿Tiene sentido la guerra de Calderón que es ya abierto terrorismo? No, desde luego. Lo probaré con la erudición de hombres sabios.

Pido permiso a Voltaire para alterar una de sus frases famosas: "La guerra de Felipe Calderón no suprime la barbarie, la perfecciona".

Ahora  modifico una expresión de Óscar Wilde: "Que un mexicano muera por la guerra de Calderón no significa nada en cuanto al valor de esa guerra".

Cambio enseguida lo dicho por un anónimo en internet: "La guerra de Calderón es una masacre de gentes que no se conocen, para provecho de gentes que sí se conocen pero no se masacran".

Estas palabras de John F. Kennedy convenientemente enmendadas, vienen al caso: "Los mexicanos debemos ya fijar un final para la guerra de Calderón. Si  no, la guerra de Calderón fijará un final para nosotros los mexicanos".

Calderón no entendió a Franklin: "Jamás hubo una guerra buena o una paz mala".

Mary Robinson diría a los diputados federales del PRI: "El iPad los hará testigos de los horrores de la guerra de Calderón, pero no proporciona medios para evitarla".

La guerra de Felipe Calderón confirma lo expresado por un tal Alberto Navarro: "La humanidad camina hacia la barbarie... El 90 por ciento de las víctimas durante la Primera Guerra Mundial eran soldados. Ya en la Segunda, la mitad fueron civiles. Ahora, el 95 por ciento de las víctimas son civiles".

Los partidarios de la guerra de Calderón tendrían que leer a Erasmo de Rotterdam: "La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa".

Karl Kraus diría: "El diablo es optimista si cree que puede hacer peor gobernante a Calderón".

Y bueno, Calderón confirma que es verdad lo dicho por un anónimo: "La guerra es el arte de destruir hombres, la política de engañarlos".

En qué engaño viven los que creen todavía en el señor Calderón. Pero esto no es lo peor.

Mucho más lamentable es que, irreflexivamente, la gente que posee más poder en México trabaja para que llegue a Los Pinos alguien todavía peor que Calderón: el mexiquense Enrique Peña Nieto.

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