Daniel Blancas Madrigal
“Aquí se viene a ser diferente”, decía el presidente Felipe Calderón con un tono de condena, mientras al agente que había llevado el estandarte de la División de Investigación de la Policía Federal durante el desfile mañanero ya se le nublaba la vista…
“Quien no quiera correr el riesgo de ser diferente, no tiene un lugar aquí”, prosiguió el mandatario, y fue entonces cuando el abanderado se desplomó, justo frente al templete… Pero Calderón no suspendió su discurso: reprochó el nivel de policías municipales, pidió a federales honor y gallardía y después firmó la iniciativa de mando policial único en los estados.
De Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública, se escapó una mirada incómoda, pero se aferró a su puesto, mientras un grupo de efectivos hurgaba en la garganta del desmayado… Tras recibir una orden superior, desaparecieron el cuerpo de la escena pública; nada se volvió a saber de él.
No hubo noticias de más colapsados, aunque el vigor durante la entonación final del himno de la PF ya no fue el mismo de tres horas antes, cuando se formaron los contingentes en la explanada central del Centro de Mando de Iztapalapa, ni siquiera el de dos horas antes, cuando se recibió con fanfarrias al jefe del Ejecutivo: fresco, descansado, recién descendido del helicóptero presidencial, que lo dejó a unos metros del estrado.
Quienes habían resistido más de 180 minutos de inmovilidad y aire glacial, entre ellos más de 400 galardonados por méritos policiales, se esforzaron por entonar las estrofas combativas: para servir y proteger nacimos / doblegaremos a la delincuencia, y luego despidieron a Calderón y a García Luna al ritmo alusivo y revolucionario de “La Cucaracha”.
Sin lodo. El protocolo había iniciado con un minuto de silencio promovido por García Luna en memoria de policías, marinos y militares muertos durante la lucha anticrimen, y el reconocimiento del propio funcionario de más de tres décadas de rezago en el ámbito policiaco. Insistió en la solidez del nuevo modelo de la PF y agradeció a los secretarios de la Defensa y de la Marina “su apoyo en la construcción de una institución hermana”.
Pero el motivo principal de la desmañada, además de la rúbrica calderonista en pro del mando único —“golpe de timón”—, eran las distinciones a cientos de policías federales que han salido bien librados del lodo: 12 fueron elegidos para recibirlas de manos presidenciales y había entre ellos agentes con historias de éxito en labores científicas, de investigación, de inteligencia y de seguridad regional.
Había héroes en acciones de alto impacto, enfrentamientos contra células del crimen organizado, liberación de víctimas, defensa de compañeros, recuperación de obras de arte sacro, custodia de evidencias digitales y capacitación de otros elementos… Cientos de entre miles.
Fueron formados en un sitio de honor y se marcharon a la orden de paso redoblado, preludio al desfile de todas las divisiones y fuerzas de la PF; a los ejercicios aéreos en Black Hawk, que abarcaron descensos en soga rápida y a las maniobras terrestres, que incluyeron desplomes inesperados.
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