Julio Hernández López (La Jornada)
Se equivocan quienes creen que Felipe Calderón está operativamente liquidado. Sin expectativas positivas y desfondado, el ocupador de Los Pinos está despechadamente disponible para cumplir los peores planes que se le ocurran, en un proceso de enfermizo revanchismo contra todo lo que a su entender le impidió cumplir las grandes tareas político-empresariales que en algún momento soñó. Despojado de ánimo y brújula desde la muerte de su fiel acompañante, Juan Camilo Mouriño, y políticamente acribillado en las elecciones del pasado julio, Calderón está, sin embargo, plenamente decidido a impulsar cuanta audacia o exceso le sea posible.
En esa lógica de deshauciado, el esposo de la señora Margarita da por perdido el primer trienio de su administración, considerándolo una especie de ensayo necesario, y se alista para un segundo tiempo de juego rudo, sin consideraciones ni tapujos. Ya el 2 de septiembre pasado, en Palacio Nacional, esbozó su decálogo del reformismo derechista descarnado y ahora, alfestejar
su primera mitad de máxima burocracia, ha enunciado el propósito de prestarse, como presunto promotor, a planes y modificaciones que pretenden diseñar un nuevo rostro institucional del país, una funcionalidad corregida
y una modernidad altamente lucrativa para las elites.
Calderón, o quien haya tomado el control de él, está dispuesto a dar cuantos golpes de mano sean necesarios, al estilo de Luz y Fuerza del Centro, y aavanzar
en el nuevo trazo de la República de las Desigualdades Institucionalizadas. Ya no tiene nada qué perder. Tampoco mucho qué ganar, pero le atrae la tentación de ser algún día ensalzado como un ecléctico del pinochetismo y el priísmo, un hombre de dura mano derecha que estuvo dispuesto a hacer lo que era necesario
, aun dejando en el camino de lo inmediato la honra y el prestigio, prendas de empeño a cuenta de hipotéticas ganancias históricas de diazordacismo reivindicado.
Los proyectos reformistas que a Calderón le han encargado promover significan en varios casos declaraciones de guerra al segmento político e ideológico que no es derechista ni apático. Tufos de rapiña arroja la mención de las adecuaciones
en el terreno de los energéticos y laflexibilización
de contratos; secuestro de opciones de cierto refresco político entraña la tesis neoporfirista de la sí relección; retroceso social anuncian los amagos de cambios en la normatividad laboral; lo fiscal es ya una realidad de alta agresión a las mayorías del país; la continuidad de las sangrientas batallas ¿contra? el narcotráfico representa sangría económica en momentos de gran crisis y profundización del esquema de control social mediante las armas y de hundimiento de la legalidad y los derechos humanos bajo las botas bélicas.
No deberían engañarse los opositores a Calderón con el mantra de su desgaste extremo y eventual caída. Quienes le impusieron en la silla presidencial ya están desarrollando un plan alterno que en esencia transfiere cuotas de poder al PRI salinista y empuja al panista michoacano, que ya es políticamente inútil, a dejar el pellejo en la consecución de las polémicas reformas
. Pero del otro lado no hay unidad, proyecto ni fuerza suficiente, convertida la izquierda en un aviso chucho de ocasión, en un pejeproyecto de obsesión electoral, en una dispersión regional encabezada por gobernadores metidos en la corrupción y la frivolidad, y en un movimiento social que resiste pero no tiene vertebración amplia y plural sino dependencia unipersonal y esperanzas posdatadas. Felipe vive... la desgracia sigue (hoy empieza la segunda mitad de la obra fallida; terrible fue la primera, peor podrá ser la venidera).
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