jueves, 7 de febrero de 2013

Sonora al rojo vivo

Arturo Soto Mungía

Hermosillo parece una imagen en blanco y negro de los años 70. Helicópteros sobrevolando muy bajo para ahogar de tierra a una multitud de inconformes que van en marcha por el llano; tanquetas de policías federales armados con metralletas; férreas vallas de policías antimotines cercando las calles.

Dispuestos a todo, los antimotines son capaces de estrellar sus escudos contra el subrprocurador de justicia que avanza, en medio de una pequeña nube de reporteros que le preguntan sobre las razones de su presencia en ese lugar, en la entrada al fraccionamiento donde vive el coordinador parlamentario del PAN, Javier Neblina y donde los ‘malnacidos’ han llegado después de librar dos vallas de antimotines.

Es un momento de confusión. El subprocurador avanza con las quijadas trabadas de ira. No tiene nada que ofrecer y lo que recibe son gritos e insultos. Se va. La prensa lo sigue. Le ponen grabadoras frente a la cara. Cámaras de TV enfrente. Preguntas que tienen como respuesta el silencio y el paso veloz del funcionario.

Avanza escoltado por reporteros y policías, a paso rápido. Llega hasta el cruce de los bulevares Quiroga y Colosio, donde los antimotines le cortan el camino con sus escudos. Se estrella en ellos. Nadie sabe qué hacer. Ni el subprocurador ni los antimotines.

-¡Déjenlo pasar, a él déjenlo pasar!, grita un policía metido en un disfraz de Robocop tercermundista.

Pero el momento es el caos. Nadie sabe bien a bien qué pasa.

El subprocurador llegó a negociar con los ‘malnacidos’ que se apiñaban a la entrada del fraccionamiento Versalles, donde vive el coordinador de los diputados locales del PAN, Javier Neblina, para exigirle que como presidente de la Comisión de Concertación Política y Régimen Interno, convocara a una sesión extraordinaria para que los diputados decidieran sobre el paquete fiscal del gobierno de Sonora, que hoy tiene a los ciudadanos en las calles, protestando, gritando, mentando madres, chocando contra los escudos plásticos de los policías antimotines.

Lo que hoy tiene a los hermosillenses encabezando una protesta que se vive en todo Sonora, y que a todos tiene al borde de un enfrentamiento social cuyas dimensiones son impredecibles.

Un agente federal grita que lo dejen pasar (al subprocurador). Los escudos se abren, la gente empuja. En la rendija se cuela, más por la inercia de las acciones que por su voluntad de estar ahí, un ciudadano que está filmando todo con su celular.

Brincada la valla, sigue filmando. Un agente de la PEI le da un manazo pero no logra tumbarle el teléfono. Otro lo jalonea. El muchacho está ahí providencialmente. Estaba cerca del subprocurador y junto a él, empujado por la turba, ahora está del otro lado del cerco. Asustado, pero no deja de grabar en video lo que ocurre.

Es uno de los muchos reporteros ciudadanos que han blindado al movimiento de los ‘malnacidos’ en Sonora. Es uno de los muchos que con sus dispositivos móviles, documentan lo que ocurre en las calles de Hermosillo y con ello, dejan para la historia de estos días lo que está ocurriendo.

II

La manifestación de este día, víspera del aniversario de la Constitución Mexicana comenzó puntual. A las 3 PM salieron de la gasolinería El Faro. Avanzaron por el bulevar Kino rumbo al sur. Eran 200, 300, 500 vehículos. Difícil contarlos.

Pasaron la zona hotelera, donde muchos agentes federales custodiaban a los equipos de beisbol que vienen a la Serie del Caribe. Avanzaron. Cruzaron el Rosales frente a la Universidad de Sonora. Viraron en la avenida Luis Donaldo Colosio, que va rumbo al estadio.

Pero los detuvieron en la calle Sahuaripa. Prácticamente al dar la vuelta. Ahí estaba un cerco de policías y varios autos de los mismos atravesados para no dejar avanzar la marcha.

Una hora detenidos. La marcha bloqueada. Los malnacidos provocados para que en cualquier momento brincara alguien a provocar a esos policías entrenados para madrear hombres, mujeres y niños.

La cordura volvió a imponerse. Los malnacidos llevan en su nombre el estigma de la civilidad, el pacifismo, la resistencia, el desdén hacia las voces que apuestan a la violencia.

Frente al imponente cerco de rostros duros tras el acrílico de sus viseras, de sus pertrechos para la guerra, los malnacidos tienen sólo una propuesta: la paz.

Por eso entonan el Himno Nacional. Lo hacen como resistencia que suena a cruel sarcasmo. Lo hacen como predeciblemente inútil intento de sensibilizar a esos soldaditos de plomo, entrenados para madrear a su propio pueblo.


III

La marcha de ayer se conoció como la Marcha de los Cuervos Apocalípticos. El nombre llegó gracias a una joya discursiva del señor Adrián Espinoza. Él funge como secretario General del PAN-Sonora desde hace tiempo.

Se hizo famoso por el fundamentalismo de los discursos con los que pretendió arengar al panismo sonorense para combatir a los dragones tricolores que sólo existían en sus febriles sueños de anestesia. No es mentira. Basta consultar el archivo para encontrarse con estas maravillosas joyas de la arenga panista de los últimos años: http://www.proceso.com.mx/?p=298337

Pero ni Adrián, ni siquiera Juan Bautista ni sus más cercanos colaboradores, habían estado del otro lado. Es decir, del lado verdadero de quienes sin distingo de partido, han tomado las calles para protestar contra el mal gobierno.

Gildardo Real Ramírez, ese muchacho al que se le conoce como “El Rompemadres” por su profesional y eficiente manejo clientelar de vagos y golpeadores capaces de madrear a cualquiera a cambio de un billete, hoy está asustado.

Y asustados están todos los demás en la bancada panista, incluyendo a sus incondicionales, porque no saben bien a bien, dónde va a parar todo esto. Especialmente cuando muchos, incluyendo gente cercana al grupo compacto del gobernador comienzan a ver, temerosos, el incierto destino del partido, de su partido, del PAN; de la institución por la que han dejado sus mejores años y cuyo capital político está siendo dilapidado lastimosamente por unos cuantos bucaneros a quienes nada les costó llegar al gobierno y en cambio, se han forrado de lujos, de dinero, de placeres…

Por eso no es casual que un viejo militante del PAN llame a este columnista y le diga, con las reservas del caso, que el joven Adrián Espinoza sufrió un infarto cerebral en 2009. Que lo pudo superar gracias a Dios, pero que desde entonces “quedó rarito”.

IV

En Colosio y Quiroga se vuelve a instalar un cerco de antimotines. Muchas unidades de la Policía Estatal, de la Municipal. El helicóptero baja demasiado en ese llano y levanta un terregal para ofender a los manifestantes, que no se van. Que siguen firmes, tallándose los ojos, sacudiéndose el polvo.

Un muchacho comete el error de querer burlar el cerco. Lo jalan, lo arrastran, lo sientan en el suelo los policías con todos sus pertrechos. La gente grita: ¡Que lo suelten! ¡Que lo suelten!

Así pasa. El muchacho regresa con los suyos, sacudiéndose las ropas. Arriba sigue el ruidoso helicóptero sobrevolando las cabezas de los malnacidos.

A escasos metros de ese crucero está la entrada al fraccionamiento donde vive el coordinador parlamentario del PAN, Javier Neblina Vega. Los manifestantes deciden ir por él. La mesura impera de nuevo. Van hacia allá, pero no llegarán a su casa. Sólo se quedarán en la entrada de esa privada gritando consignas. La principal: “sesión extraordinaria”.

Y es que saben que como presidente de la Comisión de Régimen Interno y Concertación Política, en las manos de Neblina Vega está una decisión importante. Saben también que del diputado no va a salir una iniciativa de ese tipo. Pero están ahí, gritando, resistiendo el acoso policiaco. Con el miedo entre los dientes pero con una valentía que les desborda el miedo.


V

El miedo no está del lado de los manifestantes. Las señoras y señoritas; los jóvenes y los viejos, todos encaran esa escena nunca antes vista de paramilitares enfrentados con civiles en las calles de Hermosillo.

Esto sí es histórico e inédito. Esto huele a cosas que no pueden salir bien.

La mesura de los malnacidos, sin embargo, vuelve a imponerse. Su lucha es pacífica. Su responsabilidad es grande. La asumen. Cantan el himno nacional. Cantan Sonora Querida. Cantan lo que pueden cantar, frente a un aparato represivo al que deciden no retar, conscientes de que la solución al conflicto que hoy vive Sonora, no se resuelve con sangre.

Del otro lado no parecen pensar igual. Del otro lado, del lado del gobierno de Sonora, parecen apostarle al derramamiento de sangre. Muy mala señal.

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