Arturo Soto Mungía
Hermosillo parece una
imagen en blanco y negro de los años 70. Helicópteros sobrevolando muy
bajo para ahogar de tierra a una multitud de inconformes que van en
marcha por el llano; tanquetas de policías federales armados con
metralletas; férreas vallas de policías antimotines cercando las calles.
Dispuestos a todo, los
antimotines son capaces de estrellar sus escudos contra el
subrprocurador de justicia que avanza, en medio de una pequeña nube de
reporteros que le preguntan sobre las razones de su presencia en ese
lugar, en la entrada al fraccionamiento donde vive el coordinador
parlamentario del PAN, Javier Neblina y donde los ‘malnacidos’ han
llegado después de librar dos vallas de antimotines.
Es un momento de
confusión. El subprocurador avanza con las quijadas trabadas de ira. No
tiene nada que ofrecer y lo que recibe son gritos e insultos. Se va. La
prensa lo sigue. Le ponen grabadoras frente a la cara. Cámaras de TV
enfrente. Preguntas que tienen como respuesta el silencio y el paso
veloz del funcionario.
Avanza escoltado por
reporteros y policías, a paso rápido. Llega hasta el cruce de los
bulevares Quiroga y Colosio, donde los antimotines le cortan el camino
con sus escudos. Se estrella en ellos. Nadie sabe qué hacer. Ni el
subprocurador ni los antimotines.
-¡Déjenlo pasar, a él déjenlo pasar!, grita un policía metido en un disfraz de Robocop tercermundista.
Pero el momento es el caos. Nadie sabe bien a bien qué pasa.
El subprocurador llegó a
negociar con los ‘malnacidos’ que se apiñaban a la entrada del
fraccionamiento Versalles, donde vive el coordinador de los diputados
locales del PAN, Javier Neblina, para exigirle que como presidente de la
Comisión de Concertación Política y Régimen Interno, convocara a una
sesión extraordinaria para que los diputados decidieran sobre el paquete
fiscal del gobierno de Sonora, que hoy tiene a los ciudadanos en las
calles, protestando, gritando, mentando madres, chocando contra los
escudos plásticos de los policías antimotines.
Lo que hoy tiene a los
hermosillenses encabezando una protesta que se vive en todo Sonora, y
que a todos tiene al borde de un enfrentamiento social cuyas dimensiones
son impredecibles.
Un agente federal grita
que lo dejen pasar (al subprocurador). Los escudos se abren, la gente
empuja. En la rendija se cuela, más por la inercia de las acciones que
por su voluntad de estar ahí, un ciudadano que está filmando todo con su
celular.
Brincada la valla,
sigue filmando. Un agente de la PEI le da un manazo pero no logra
tumbarle el teléfono. Otro lo jalonea. El muchacho está ahí
providencialmente. Estaba cerca del subprocurador y junto a él, empujado
por la turba, ahora está del otro lado del cerco. Asustado, pero no
deja de grabar en video lo que ocurre.
Es uno de los muchos
reporteros ciudadanos que han blindado al movimiento de los ‘malnacidos’
en Sonora. Es uno de los muchos que con sus dispositivos móviles,
documentan lo que ocurre en las calles de Hermosillo y con ello, dejan
para la historia de estos días lo que está ocurriendo.
II
La manifestación de
este día, víspera del aniversario de la Constitución Mexicana comenzó
puntual. A las 3 PM salieron de la gasolinería El Faro. Avanzaron por el
bulevar Kino rumbo al sur. Eran 200, 300, 500 vehículos. Difícil
contarlos.
Pasaron la zona
hotelera, donde muchos agentes federales custodiaban a los equipos de
beisbol que vienen a la Serie del Caribe. Avanzaron. Cruzaron el Rosales
frente a la Universidad de Sonora. Viraron en la avenida Luis Donaldo
Colosio, que va rumbo al estadio.
Pero los detuvieron en
la calle Sahuaripa. Prácticamente al dar la vuelta. Ahí estaba un cerco
de policías y varios autos de los mismos atravesados para no dejar
avanzar la marcha.
Una hora detenidos. La
marcha bloqueada. Los malnacidos provocados para que en cualquier
momento brincara alguien a provocar a esos policías entrenados para
madrear hombres, mujeres y niños.
La cordura volvió a
imponerse. Los malnacidos llevan en su nombre el estigma de la
civilidad, el pacifismo, la resistencia, el desdén hacia las voces que
apuestan a la violencia.
Frente al imponente
cerco de rostros duros tras el acrílico de sus viseras, de sus
pertrechos para la guerra, los malnacidos tienen sólo una propuesta: la
paz.
Por eso entonan el
Himno Nacional. Lo hacen como resistencia que suena a cruel sarcasmo. Lo
hacen como predeciblemente inútil intento de sensibilizar a esos
soldaditos de plomo, entrenados para madrear a su propio pueblo.
III
La marcha de ayer se
conoció como la Marcha de los Cuervos Apocalípticos. El nombre llegó
gracias a una joya discursiva del señor Adrián Espinoza. Él funge como
secretario General del PAN-Sonora desde hace tiempo.
Se hizo famoso por el
fundamentalismo de los discursos con los que pretendió arengar al
panismo sonorense para combatir a los dragones tricolores que sólo
existían en sus febriles sueños de anestesia. No es mentira. Basta
consultar el archivo para encontrarse con estas maravillosas joyas de la
arenga panista de los últimos años: http://www.proceso.com.mx/?p=298337
Pero ni Adrián, ni
siquiera Juan Bautista ni sus más cercanos colaboradores, habían estado
del otro lado. Es decir, del lado verdadero de quienes sin distingo de
partido, han tomado las calles para protestar contra el mal gobierno.
Gildardo Real Ramírez,
ese muchacho al que se le conoce como “El Rompemadres” por su
profesional y eficiente manejo clientelar de vagos y golpeadores capaces
de madrear a cualquiera a cambio de un billete, hoy está asustado.
Y asustados están todos
los demás en la bancada panista, incluyendo a sus incondicionales,
porque no saben bien a bien, dónde va a parar todo esto. Especialmente
cuando muchos, incluyendo gente cercana al grupo compacto del gobernador
comienzan a ver, temerosos, el incierto destino del partido, de su
partido, del PAN; de la institución por la que han dejado sus mejores
años y cuyo capital político está siendo dilapidado lastimosamente por
unos cuantos bucaneros a quienes nada les costó llegar al gobierno y en
cambio, se han forrado de lujos, de dinero, de placeres…
Por eso no es casual
que un viejo militante del PAN llame a este columnista y le diga, con
las reservas del caso, que el joven Adrián Espinoza sufrió un infarto
cerebral en 2009. Que lo pudo superar gracias a Dios, pero que desde
entonces “quedó rarito”.
IV
En Colosio y Quiroga se
vuelve a instalar un cerco de antimotines. Muchas unidades de la
Policía Estatal, de la Municipal. El helicóptero baja demasiado en ese
llano y levanta un terregal para ofender a los manifestantes, que no se
van. Que siguen firmes, tallándose los ojos, sacudiéndose el polvo.
Un muchacho comete el
error de querer burlar el cerco. Lo jalan, lo arrastran, lo sientan en
el suelo los policías con todos sus pertrechos. La gente grita: ¡Que lo
suelten! ¡Que lo suelten!
Así pasa. El muchacho
regresa con los suyos, sacudiéndose las ropas. Arriba sigue el ruidoso
helicóptero sobrevolando las cabezas de los malnacidos.
A escasos metros de ese
crucero está la entrada al fraccionamiento donde vive el coordinador
parlamentario del PAN, Javier Neblina Vega. Los manifestantes deciden ir
por él. La mesura impera de nuevo. Van hacia allá, pero no llegarán a
su casa. Sólo se quedarán en la entrada de esa privada gritando
consignas. La principal: “sesión extraordinaria”.
Y es que saben que como
presidente de la Comisión de Régimen Interno y Concertación Política,
en las manos de Neblina Vega está una decisión importante. Saben también
que del diputado no va a salir una iniciativa de ese tipo. Pero están
ahí, gritando, resistiendo el acoso policiaco. Con el miedo entre los
dientes pero con una valentía que les desborda el miedo.
V
El miedo no está del
lado de los manifestantes. Las señoras y señoritas; los jóvenes y los
viejos, todos encaran esa escena nunca antes vista de paramilitares
enfrentados con civiles en las calles de Hermosillo.
Esto sí es histórico e inédito. Esto huele a cosas que no pueden salir bien.
La mesura de los
malnacidos, sin embargo, vuelve a imponerse. Su lucha es pacífica. Su
responsabilidad es grande. La asumen. Cantan el himno nacional. Cantan
Sonora Querida. Cantan lo que pueden cantar, frente a un aparato
represivo al que deciden no retar, conscientes de que la solución al
conflicto que hoy vive Sonora, no se resuelve con sangre.
Del otro lado no
parecen pensar igual. Del otro lado, del lado del gobierno de Sonora,
parecen apostarle al derramamiento de sangre. Muy mala señal.
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