sábado, 18 de julio de 2009

Reciprocidad

José Darío Arredondo López

Mientras que el secretario Gómez Mont hace el oso en la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la señoraPatricia Espinosa, de Relaciones Exteriores, no se queda atrás ante la decisión de nuestros socios (sic) canadienses de exigir la presentación de visa para poder acceder al país de la hoja de arce, y tronante decreta que se pedirá dicho documento a los miembros del personal diplomático, no así a los ciudadanos canadienses que crucen la frontera, porque éstos representan dinero para el comercio y demás. Turismo mata diplomacia y las palabras son, entre más categóricas, menos eficaces si son emitidas por el gobierno del nopal y las orejas de burro. La reciprocidad se hubiera establecido si nuestro gobierno (sic) se hubiera puesto exigente y solicitara la visa a cualquier súbdito canadiense, para estar parejos, pero no será así. Los canadienses pueden dormir tranquilos y seguir aprovechando la apertura económica de México para ordeñar nuestro subsuelo, entre otros pingues negocios que se les pusieron en bandeja de plata tras la firma del TLC.

Diplomacia frijolera la nuestra, que pasó de ser un ejemplo internacional a una borrosa caricatura de lo que fue, además de constituir un motivo de tensión en el cada vez más complejo entramado de las relaciones de Hispanoamérica con los vecinos del norte. Con cierta razón se puede desconfiar de la diplomacia mexicana ante la contraofensiva de EE.UU., por el avance de fuerzas democráticas independientes y nacionalistas como son los casos de Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, la Honduras de Zelaya, por ejemplo, frente a satélites de los gringos como Colombia y Costa Rica, por citar a dos casos notables de sujeción a intereses extranjeros. México no hace malos quesos y adopta con frescura sin igual las condiciones impuestas por el imperio a semejanza de Colombia, con un plan o iniciativa que sujeta nuestra soberanía a los dineros de Estados Unidos, en menoscabo a la soberanía nacional y a la dignidad de nuestros soldados.

Véase el triste ejemplo de Colombia, que tras haber sujeto sus decisiones soberanas a los propósitos del extranjero, ahora tiene que ceder espacios militarmente importantes como son las tres bases que ocupará el ejército gringo para “combatir el narcotráfico y la guerrilla izquierdista”, con lo que sale el peine plagado de piojos de la obligación que contraen los pueblos, como México, de rendir informes sobre “derechos humanos” y el destino del gasto derivado de la cooperación con el vecino del norte. Lo que sucede en Colombia está potencialmente señalado para México, porque el esquema es el mismo: las formas de cooperación internacional que se pactan tiene como trasfondo la militarización de América Latina por parte de los gringos, quienes envuelven a los países en una red tejida con dinero y obligaciones para con el Departamento de Estado, lo que se traduce en mecanismos de rendición de cuentas que diluyen la soberanía nacional y subordinan tanto al ejército, la marina y las fuerzas policiacas a los imperativos geoestratégicos de Estados Unidos.

En el caso mexicano se han cedido espacios de competencia importantes, como ha sido la supervisión extranjera en aeropuertos, tras el atentado del 11/9, el aumento de los agentes de la DEA y últimamente la instalación de un centro de comando “bilateral” en el combate contra las drogas, lo que encaja en los supuestos de la Iniciativa Mérida, y la concesión de que miembros de las fuerzas armadas de México participen en “ejercicios” navales diseñados y dirigidos por Estados Unidos. Las exigencias de la Iniciativa Mérida permiten que nuestros vecinos tengan una mayor presencia en aspectos sensibles de la estrategia contra el narcotráfico y la delincuencia organizada, lo que significa un paso más en la dirección colombiana.

A juzgar por los resultados de la lucha contra las drogas, en la actualidad se tiene una mayor influencia de estados Unidos en las decisiones internas de México, mayor vulnerabilidad del gobierno, menor efectividad de las medidas tomadas, aumento en la inseguridad pública, incremento de la criminalidad y sus manifestaciones concretas, como son asesinatos, secuestros, mutilaciones, asaltos, y la adopción de una mentalidad ligada a la fatalidad de las agresiones contra el patrimonio de las familias y su integridad física y moral. De seguir así, la criminalidad desbordará los límites de contención social y tendremos una especie de guerrilla urbana instalada en un territorio balcanizado, en pugna por los espacios de mercado, por el control de una porción territorial cada vez más competida donde la clientela cautiva se convierte en escudo protector y amortiguador de los efectos de la acción gubernamental.

En este punto, cabría preguntarse, más allá de la apariencia, ¿a quién le conviene esto? Más allá de los obvios beneficiarios que son los poseedores de las franquicias de la droga, resulta obligado señalar a Estados Unidos y sus propósitos de control continental. Existen experiencias documentadas en las que se revela que Estados Unidos, a través de la CIA u otras agencias, han manipulado el mundo de las drogas en beneficio de su política exterior, para el caso, recuérdese el episodioIrán-Contras.

Al recrudecerse la inseguridad en un país, viene el desquiciamiento de la vida civil y el gobierno requiere de medidas que terminan siendo extremas, por ejemplo, los estados de sitio, la suspensión de garantías constitucionales, la sobre-vigilancia de los ciudadanos y la afectación de la intimidad. La comunicación vía internet y teléfono, se vuelven traslúcidas al ojo del gobierno, se filtran y de repente usted queda clasificado como enemigo potencial del estado, como posible objeto de mayor inquisición. Pero, la criminalidad en acción, potenciada por mecanismos de inteligencia a su disposición, da golpes certeros al aparato de seguridad local y nacional, con lo que quedan al descubierto las partes más sensibles de la articulación social, destruyéndolas y creando caos y desesperación. Aquí, la militarización logra estatuto de necesidad.

A mayor inseguridad, más presencia de elementos del ejército, más uniformados en las calles, más control de los ciudadanos que dejan de tener vía franca por calles y carreteras del país. Los retenes y filtros se dan por sentados, obedecen a la necesidad de aparentar control de la situación, de simular fuerza, a lo que se añade el discurso agresivo, retador, regañón, ninguneante, soberbio y así inútil en sus esfuerzos por disimular la impotencia gubernamental por dar cumplimiento a las leyes y garantizar el estado de derecho. La presencia de asesores, de ofertas de recursos para el combate a las drogas, de mecanismos de coordinación o cooperación internacionales es parte de la historia de la política exterior de Estados Unidos, que finge ayudas o apoyos a lo que es esencialmente parte de su estrategia de penetración continental, por vía de crear la anarquía en los países y luego ofrecer ayuda para resolverla. En todo este asunto, el gobierno de Estados Unidos aparenta estar interesado en que los países resuelvan sus problemas por sí mismos, y da la impresión de que se respeta la soberanía nacional a cambio de acuerdos que en realidad la vulneran.

El dinero y los juguetes tecnológicos son la moneda de cambio que sujeta a las soberanías mercantilizadas de Latinoamérica, donde lo “natural” es permitir la presencia de asesores que entrenan tropas, policías y transmiten una forma de actuar y decidir ajena, pero obligada, por el peso de la deuda y los compromisos adquiridos por gobiernos cada vez más débiles y menos legítimos, bajo el expediente de la seguridad nacional.

El caso de Honduras, donde un gorilato se impuso a la decisión soberana del pueblo al expulsar al presidente constitucional y permitir el relevo en la persona de un político de derecha, habla de la doble moral de Estados Unidos: por un lado finge preocupación por la violación del derecho en el país centroamericano, pero por el otro, no retira a su embajador y sigue proporcionando ayuda económica al gobierno de facto. El pecado del depuesto presidente Zelaya fue apoyar al bloque de países nacionalistas con ideas de izquierda (como Venezuela, Ecuador, Bolivia, etc.) e incorporarse a la Alternativa Bolivariana de las Américas, ante el horror que tiene la derecha empresarial hondureña a las ideas y el proyecto de integración latinoamericana antiimperialista del presidente Chávez (igual pudiera decirse Castro, Correa, Morales).

Lo que queda claro es que el norte toma decisiones que afectan de manera negativa al centro y al sur del continente, en una serie de acciones que diluyen y nulifican el derecho a la autodeterminación de los pueblos, a las más elementales normas de convivencia, por lo que la reciprocidad obligaría a la unificación de los pueblos de Hispanoamérica contra el imperialismo del norte, lugar geográfico al que pertenece México, pero con raíces, idiosincrasia, tradiciones, lengua, identidad, ligada inextricablemente al destino del centro y sur del continente. Por obviedad, somos parte de las naciones que luchan contra el intervencionismo yanqui, somos latinoamericanos en busca de la unidad con nuestros hermanos del centro y sur, somos un pueblo que merece ser libre, prospero, independiente, soberano, lo que nos obliga a luchar contra el imperialismo del norte y contra el neoliberalismo que nos ata económicamente a sus designios. Debemos entender claramente el sentido de la reciprocidad, y ser consecuentes.

Correo electrónico: dalmx@yahoo.com

“notas sueltas” en: http://jdarredondo.blogspot.com

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