Por fin los chuchos hallaron al operador deseado. Ese que les promete lo que quieran, hasta ayudarlos
con lo que seapara cambiar los estatutos del PRD, a fin de imponer, otra vez, en la presidencia de esa organización política, a Jesús Ortega.
Sí, aunque haya quien lo dude, el secretario de Gobernación, Miguel
Osorio Chong, está convertido en el hombre del desazolve de las
ambiciones de ese grupo que se niega a perder los beneficios que le
significan ocupar la presidencia del partido.
No es gratis. Todo mundo sabe que esa posibilidad, la de que sea
Ortega quien presida el PRD, sería también la muerte del partido. Y ese
es el cálculo que se hace desde Bucareli para apuntar los sueños del
jefe de esa tribu. Nadie más interesado en llevar a la ruina a los amarillos que el propio PRI.
Aunque aún no se hacen cuentas de la fuerza de Morena, se considera
que, sin el PRD, el priísmo podría llegar a tener mayoría en el DF, y
eso ha construido una buena base de apoyo de Osorio, o dicho en otras
palabras: se juntaron el hambre y las ganas de comer.
Lo que sí se está midiendo, centímetro a centímetro, es la catástrofe
que eso implicaría para Miguel Ángel Mancera, quien, según algunos
jilgueros de Gobernación, estaría en la ruta de apoyar también a los chuchos,
sin importar que fuera Ortega, su mujer o hasta Carlos Navarrete, quien
simplemente no se halla en la Secretaría de Trabajo local y está por
tirar la toalla.
Y es que al chucherío le importa un comino quién pueda
gobernar el DF; su interés está en las ganancias que pueda aportarle el
controlar lo que quede del PRD. Transformarlo en partido testimonial
desde donde se puedan conseguir recursos no es nada extraño para Ortega y
su grupo. Así hicieron su historia en el Partido Socialista de los
Trabajadores esos mismo actores que buscan ahora repetir el episodio.
El asunto es que, de ser cierta la alianza entre Mancera y
Nueva Izquierda, el único que peligra es el jefe de Gobierno, que de
ninguna manera está exento de una de las ya muy acostumbradas traiciones
del grupo que maneja Jesús Ortega, y lo más probable es que lo lleven a
un despeñadero político.
Para nadie sería raro que los chuchos vendieran al PRD, pero
lo catastrófico sería que se pudiera señalar a Miguel Ángel Mancera con
la etiqueta del hombre que entregó la ciudad de México a los priístas.
Por ello, se diga lo que se diga, un acuerdo del gobernador del DF con
esa corriente atentaría contra Mancera, y, desde luego, contra la ciudad
de México.
De cualquier forma, el que está listo para abordar la ciudad desde el barco de los chuchos
es el secretario de Gobernación, Osorio Chong, quien, según nos
cuentan, hasta un despacho alterno, ubicado en Polanco, ha establecido
para las reuniones trascendentes con esa tribu.
Es muy bueno que Mancera quiera despegarse de tribus como la de René Bejarano, pero sería un gran error depender de los chuchos. Es más, sería un suicidio político.
De pasadita
No está de más preguntar qué pasa con el asunto de la
reforma política del DF. Ya sabemos que aquí en la ciudad hay mucha
gente que trabaja para lograrlo y que todo va bien, pero a escala
federal, ¿Qué pasa? A lo mejor nada más usan la necesidad como fiesta
para que los planes de Peña Nieto en el DF se lleven a efecto sin mayor
contrariedad. Sería bueno que se dijera que la reforma tiene que estar
lista en septiembre, porque de lo contrario seguramente se están pasando
de listos. ¿No cree usted?
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