GUILLERMO PADRÉS Y EL AYUDANTE DEL CHAPULÍN.
¡Oh! ¿Y ahora, quién podrá
defenderme? Debe estarse preguntando el gobernador de Sonora, Guillermo Padrés.
Se aprecian ya lejanos los tiempos en que el gobernador Padrés parecía cantar
aquella de José Alfredo: “me sentí superior a cualquiera, y un puño de
estrellas te quise bajar”. Como saldo de la pasada elección, el sentimiento de
superioridad se ha esfumado, aunque el puño de estrellitas padrecistas siga
saturando la propaganda de gobierno.
Cuán lejana se ve la imagen de la
exportación sonorense de mapaches panistas a otros estados de la república. Ya
casi nadie se acuerda de aquella ocasión en la que un comando de “operadores
electorales” del gobierno de Sonora fueron detenidos en pleno centro de la
ciudad de Morelia, en el preciso momento en que se daban a la piadosa tarea de
comprar votos a 200 pesos. ¡Doscientos pesos!... cuando todo mundo sabe que el
precio mínimo por voto son quinientos del águila. Con razón los denunciaron, y
por eso los detuvieron.
Lejana también se ve aquella
humilde arrogancia, con la que el gobernador hizo a un lado al Congreso del
estado, en su facultad de aprobar el presupuesto de egresos para el año que
corre. Se siguió el año sin presupuesto porque eso sirvió para alimentar una
estrategia de confrontación con los priístas, muy al estilo de las campañas
electorales diseñadas por cerebros derechistas, en las que el enemigo es el
lobo feroz que malvadamente “¡Quiere secuestrar a Sonora!”, mientras los
panistas asumen el papel de la Caperucita Azul, que debe ser rescatada por los
votos del público.
Ya tampoco nos queremos acordar
de la soberbia humildad con la que el gobernador decidió ignorar diversos
mandamientos judiciales, que ordenaban detener la gran obra de los contratistas
del sexenio: el acueducto del Novillo. Valido de la protección del gobierno
federal, de la impunidad procurada por la PGR, del intercambio de favores
electorales con el panismo nacional. Se le hizo un polvo desacatar ordenamientos
judiciales, que hoy lo tienen en un brete legal, cuyas consecuencias extremas
incluyen la separación del cargo.
Ya no habrá gobierno federal
panista, no habrá una Comisión Nacional del Agua dispuesta a avalar
“técnicamente” caprichos económicos y políticos que ahora le serán ajenos, a la
PGR llegará alguien sin mayor compromiso con Padrés. La Suprema Corte, en quien
recaerán en última instancia los juicios de desacato, estará deseosa de afirmar
su autoridad frente al nuevo gobierno federal ¿Qué mejor que hacerlo aplicando
justicia en carne del cerril gobernador sonorense?
Y ahora, cuando el peligro se
cierne sobre Guillermo Padrés, ya no habrá un Felipe Calderón que, entre copa y
copa, vea por la suerte de su aliado en Sonora. Sin apoyo nacional y sin figura
cercana de remplazo para el relevo de gobierno de 2015, Guillermo Padrés anda
en busca de padrino. Es natural entonces que busque a Don Beltrone, que hace
las veces de “il capo di tutti capi” en la política nacional.
El padrino es necesario por dos
razones: primero porque, cuando se discute el presupuesto de gastos federal,
los padrinos son los que tiran el bolo; y, en ausencia de gobierno federal
amigo, el de Sonora necesitará un padrino que aviente el bolo para estos lares.
En segundo lugar, el padrino se necesita para que jueces, magistrados, y demás “instituciones”
puedan torcer los flexibles renglones de las leyes mexicanas.
Es natural, entonces, la búsqueda de padrino; lo que quizá no sea
tan natural es la desesperación en los actos del gobernador y su “equipo”.
Porque desesperación es lo que se aprecia en la nueva campaña de confrontación
contra los cajemenses, que están en su derecho de oponerse a un proyecto que
juzgan lesivo. Desesperación es lo que se aprecia cuando se enfoca el conflicto
en la persona de Ricardo Bours, como queriendo congraciarse con Don Beltrone,
adversario de los Bours.
Sobra desesperación, premura, y
falta tino, en los cercanos al gobernador. Que tal vez no recuerden que cuando
Eduardo Bours se empecinaba con su vaquerito,
su hermano Ricardo apoyaba abiertamente al Borrego Gándara. Así que los
Bours son de la misma familia, pero no necesariamente del mismo costal.
Detalles menores que los operadores del gobernador no están obligados a saber,
menos si cuando mucho leen lo que ellos mismos mandan publicar.
¿Y ahora, quién podrá defenderme?
Parece decir Padrés, entonces, a lo lejos se oye la respuesta…¡¡¡Yooooo!!! Pero
¿De quién se trata?¿del Chapulin Colorado, del propio Don Beltrone? No, al parecer
no. No es el Chapulín, es uno de sus ayudantes. Es Samuel Moreno, quien, a más
de ser uno de los ayudantes de Don Beltrone en Sonora, es también primo,
compadre y amigo de Guillermo Padrés. Esa doble cercanía es la que tal vez lo
hace pensar que puede ser el enlace entre Don Beltrone y el ahijado urgido de
padrino.
Pronto recibirá el pretenso
ahijado una oferta que no podrá rechazar. Como aquellas propuestas que portaban
los mensajeros de Don Vito Corleone.
Martín Vélez.
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