Cecilia Soto (Excelsior)
El Tribunal Federal Electoral ha regresado a su homólogo en Sonora, el Tribunal Estatal Electoral y de Transparencia Informativo (TEETI) para que, como se dice coloquialmente, no se haga pato y juzgue la demanda del PRI por nulidad de las elecciones a gobernador. El PRI argumenta, como principal causal, pero no la única, la inequidad en la campaña orginada porque por culpa del IFE, el PRI tuvo 56 mil spots menos y el PAN 16 mil de más. El TEETI tendría entonces que calcular qué impacto produjeron los spots televisivos en los electores sonorenses y si esta diferencia pudo darle al PAN 40 mil votos más, para arrebatarle a los priistas lo que parecía, antes del incendio de la guardería ABC, un triunfo seguro.
Los magistrados deberán recurrir a aquellas encuestas de salida que preguntan al elector cuál fue su motivación para ir a votar, sin embargo, sería fundamental que revisaran con cuidado la investigación que realizaron Mónica Aspe Bernal, Alberto Farca Amigo y Jimena Otero Zorrilla, todos de Coordenadas Consultoría, etcétera, y cuyo adelanto se publica en la revista Nexos de agosto bajo el título “Más spots ¡menos votos!” y que Héctor Aguilar Camín comenta también en su columna en Milenio. Los hallazgos de estos investigadores indicarían que, si el PRI hubiera tenido todos los spots que le tocaban, hubiera tenido menos votos que los que recibió.
La investigación mencionada hace referencia a una pregunta infaltable para los publicistas: ¿hasta qué momento la insistencia en un anuncio es útil al producto y cuándo deja de serlo? Éstos han encontrado que el punto de saturación del público blanco de una campaña se alcanza cuando 85% de ese público ha estado expuesto a ese anuncio seis veces. Aspe y Compañía encontraron que, en la campaña nacional de 2009, el punto de saturación se alcanzó con 20% de los spots y que, por tanto, el 80% restante consiguió el hartazgo, el rechazo o la indiferencia del elector. El punto de saturación se alcanzó pronto porque, gracias a las reformas de la Ley Federal Electoral, el número de spots de la campaña de 2009 fue 500% superior al de la elección intermedia de 2003. En aquel año, el número total de los de televisión y radio fue de seis millones mientras que en esta campaña fue de poco más de ¡32 millones!
El caso es que esta es por lo menos la segunda ocasión en que el PRI intenta robarle en Sonora el triunfo al PAN. Los argumentos del Revolucionario, de inequidad y de exceso de recursos de Acción Nacional, constituyen un acto de travestismo político y de insulto y desprecio a la inteligencia de los sonorenses. El candidato del PRI tuvo a su favor la máquina gubernamental y, sobre todo, contó con todos los recursos intangibles y tangibles que se derivan de ser el puntero en todas las encuestas, hasta el terrible 5 de junio. Las encuestan que estudian la motivación de los electores encuentran que un número considerable de votantes lo hace por quien aparece como el más probable triunfador.
Alfonso Elías perdió —y va mi apuesta de que así se reconocerá oficialmente— porque el PRI llegó profundamente dividido a la elección y porque, en la percepción de muchos sonorenses, el gobernador reaccionó pésimamente frente a la tragedia de la guardería ABC. A la tradicional división entre el PRI de Beltrones y el PRI Sonora de Bours se agregó la inconformidad por la elección interna del candidato priista. En cuanto a la tragedia de la guardería, un verdadero cisne negro, denominación que se da cuando algo altamente improbable sucede, no importa aquí que el principal culpable sea el Instituto Mexicano del Seguro Social, que lo es, entidad difusa y abstracta para el ciudadano común. En política, percepción es verdad y el gobernador cometió el error de buscar echarle la culpa a otro (la familia del Presidente) y rara vez se le vio conmovido aunque lo hubiera estado. En segundo lugar, la repetición de los nombres de las familias de siempre, entre los dueños de las guarderías, colmó la ira de los ciudadanos.
No es la primera vez que, en cuestión de días, los electores sonorenses deciden castigar a quienes perciben como autores de una gran injusticia. En 1967, hace poco más de 40 años, el candidato a gobernador por el PAN, Gilberto Suárez Arvizu, ganó. Suárez Arvizu se registró apenas poco antes de los comicios, pues la campaña estuvo marcada por el desastroso experimento de elecciones primarias en el PRI, el primero en la historia de ese partido. El entonces presidente Díaz Ordaz impuso a su candidato, Faustino Félix Serna, y mandó al Ejército a quitarle lo autónomo a la Universidad de Sonora, para aplastar la rebeldía estudiantil contra la imposición; un grupo paramilitar, la infausta Ola Verde, ocupó varias zonas de resistencia, especialmente en Hermosillo. La ciudadanía que creyó en el experimento democrático fue humillada y respondió votando a favor de Acción Nacional.
Fue así como el PAN obtuvo su primera presidencia municipal a nivel nacional, pues fue obligado a desistir de que se reconociera el triunfo en la gubernatura y a cambio se le reconoció el triunfo en Hermosillo, que en realidad había obtenido el priista Manuel Torres. Pero pareciera que 40 años no son nada.
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