martes, 11 de agosto de 2009

Roletazo de AMLO a primera llevó la pasión política a la Ciudad Deportiva

Raúl Llanos Samaniego

La pasión beisbolera de Andrés Manuel López Obrador y su admiración por Alfredo Zurdo Ortiz lo separaron momentáneamente de sus recorridos por Oaxaca y lo llevaron hasta la Ciudad Deportiva, en la delegación Iztacalco, donde inauguró la escuela de beisbol infantil que llevará el nombre de ese reconocido pelotero, quien vistiendo la franela de los Diablos Rojos del México logró el segundo lugar en cuanto al mayor número de victorias para un zurdo en la Liga Mexicana.

En ese escenario, colmado de amantes y futuros valores del rey de los deportes, López Obrador lanzó un pequeño speech antes de tomar el tolete: el beisbol es un deporte de inteligencia y carácter. Se parece a otro oficio en el que se necesitan las tres c: cabeza, corazón y carácter, frase que provocó risas y discretos murmullos, ya sabes a qué político se refiere, ¿no?, comentó uno de los invitados del presídium a quien lo flanqueaba.

La intervención del tabasqueño fue breve. Lo que los niños quieren es que ya se acabe este protocolo para ir a jugar y en su mayor parte fue para ensalzar la figura del Zurdo Ortiz, veracruzano de nacimiento, a quien consideró no sólo una gloria, un deportista extraordinario, un beisbolista de primer orden, sino también un ser humano excepcional.

No pasó por alto una explicación de su presencia en esa inauguración: estoy recorriendo Oaxaca y vine de allá para esta ceremonia porque tengo algunas pasiones. Una es, desde luego, mi amor hacia la gente, hacia el pueblo, que tiene que ver con mi actividad política; tengo también la pasión que significa amar, querer a mis familiares y amigos, y tengo esta pasión, la del beisbol. Ésas son mis principales pasiones. Es lo que me genera satisfacción y me hace ser feliz.

Ya no hubo más discurso y toda la atención se centró en la alineación que mandó al diamante el maestro de ceremonias: a la caja de bateo, Andrés Manuel López Obrador; pítcher, el Zurdo Ortiz; cátcher, Fernando Rosique, delegado en Iztacalco. El ampáyer fue el delegado electo, Francisco Sánchez.

Una vez instalados, López Obrador se despojó de su chamarra, tomó la gorra de los Diablos Rojos que le ofrecieron y con la zurda tomó y preparó el bat. En la lomita de las responsabilidades, el otro zurdo, Alfredo Ortiz, acariciaba la bola, lista para su primer lanzamiento.

La voz del ampáyer principal encendió los ánimos y puso en alerta a decenas de fotógrafos ávidos de captar el primer tiro: ¡pleybol!

Y ahí va la bola. El primer lanzamiento fue alto. López Obrador la sigue con la vista sin hacer ningún movimiento, y la rechifla para el pítcher no se hizo esperar. Segundo lanzamiento, a media altura, le pega el tabasqueño y sale un rolazo por primera.

Así, con este breve jugada quedó inaugurada la escuela de beisbol y concluyó la ceremonia.

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