miércoles, 29 de abril de 2009

México- Sobre la influenza, el miedo y la pobreza

Por Carlos Fazio*

México, (PL).- Desde que el secretario de Salud José Ángel Córdoba informó a la población, la mañana del 23 de abril, mantenerse tranquila ante los casos de "influenza estacionaria" que se venían registrando en el país, un nuevo ambiente caótico emergió en México asociado a lo desconocido. Córdoba aseguró que se trataba de "casos habituales fuera de temporada" y que no se estaba ante una "epidemia descontrolada".

Según él, los casos de contagios y fallecimientos eran consecuencias de un "nuevo virus".

Sin embargo, al filo de las 23.00 hora local de ese día anunció medidas extraordinarias sin precedentes en el país. En particular, la suspensión de clases en toda la zona metropolitana del valle de México, desde el nivel preescolar al universitario. El funcionario recomendó evitar aglomeraciones.

Lo sorprendente fue que en pocas horas y de manera abrupta, el secretario de Salud pasó de un discurso tranquilizador a otro alarmista, pero no supo o no quiso explicar la magnitud del problema ni el porqué de las extremas medidas gubernamentales.

La consecuencia lógica de su actitud fue la generación de un ambiente de histeria. Entonces se disparó la alarma social y proliferaron los rumores. Con ellos afloraron, también, teorías de la conspiración que aludían a manipulaciones genéticas de laboratorio o, incluso, a un ataque bioterrorista.

A su vez, con base en la "doctrina del shock" de Naomi Klein, otras versiones que circularon por Internet enfatizaron que se trataba de una cortina de humo o un "complot" del gobierno de Calderón para, en el marco de la crisis, generar un Estado de excepción, acabar con las garantías individuales e imponer medidas dolorosas y políticamente impopulares.

Con el paso de los días y las horas, el miedo a lo desconocido creció y un aire de fatalidad se apoderó de la gente, que comenzó a dirigir miradas de recelo a quien tosiera o estornudara en público, máxime si no estaba enmascarado.

No se trataba, claro, ni de un invento gubernamental ni una exageración mediática, pero desde hace un tiempo existe cierta desconfianza fundada entre algunos sectores de la ciudadanía sobre la información oficial.

Por otra parte, junto a la crisis sanitaria, el aumento larvado en el número de muertes y la confusión producto de la dosificación y contradicciones de la información oficial, emergía la inocultable dimensión económica de la tragedia.

Y también algunas preguntas intrigantes: ¿por qué razón el virus que ya se había hecho presente en Estados Unidos y Canadá, era letal en México y más benigno en los otros dos países de América del Norte? ¿Por qué la crisis sanitaria, al igual que la económica, pega más fuerte en México que en otros puntos del planeta?

Tal vez ese comportamiento atípico tenga que ver con la ecuación epidemia-crisis-pobreza. Es decir, la fiebre porcina como otra enfermedad de la pobreza, igual que el dengue, la fiebre amarilla y el cólera, que desde hace años vienen penetrando las estructuras de salud de varios países suramericanos.

Y acaso habría que vincular la crisis de la influenza con políticas neoliberales, corrupción y negociados de compañías farmacéuticas, como el que por estos días circuló en México y que involucra al laboratorio francés Sanofi-Pasteur, que bajo el padrinazgo de Sarkozy obtuvo un millonario contrato para producir aquí antígenos contra la influenza.

En ese contexto, parecería que para el gobierno de Calderón lo más importante es que al nuevo virus de la influenza porcina/humana no se conozca internacionalmente como el "flu mexicano".

Al respecto, los publicistas del gobierno iniciaron una batalla cultural destinada a demostrar que el primer caso se registró en California y estaba relacionado con una persona procedente del sudeste asiático.

Una difícil tarea, dado que mediáticamente hablando, desde hace días México se convirtió en un lugar común en el que si uno no es secuestrado, descuartizado o alcanzado por una bala perdida seguro acabará abatido por el virus de la influenza.

*El autor es un reconocido articulista de la prensa mexicana.

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